Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

"LA RAZON DE MI VIDA", UN LIBRO DE EVA PERON LLENO DE AMOR A LOS HUMILDES
la razón de mi vidaPARA presentar al público el libro de la señora Eva Perón, La razón de mi vida, que acaba de ser editado por Peuser, nuestro colaborador Horacio Rega Molina se ocupó extensamente de esas páginas impregnadas de humanidad, analizando sus capítulos y poniendo de relieve la trascendencia, de la obra de esta trabajadora infatigable, cuya salud, como se sabe, se resintió precisamente a causa del enorme desgaste producido por sus absorbentes tareas en la Fundación que lleva su nombre. A la disertación de Rega Molina asistieron el Presidente de la República, el subsecretario de Informaciones, señor Raúl Alejandro Apold, el presidente del directorio de Peuser, ministros del Poder Ejecutivo y numeroso público, que aplaudieron calurosamente al disertante.
He aquí el texto de la conferencia:
“Para que su pueblo sepa cómo siente y cómo piensa, es que Eva Perón ha escrito La razón de mi vida, ese breviario de justicia y de amor concebido con el pensamiento puesto en la felicidad de los trabajadores y los humildes. Ya en las líneas iniciales dice su autora: “Este libro ha brotado de lo más íntimo de mi corazón.’’ Y en verdad que en sus páginas se advierte el latido de un temperamento que se mueve por la pasión del bien y de una sensibilidad humanística que entabla inmediata comunicación con el lector y le presenta un mundo donde la fuerza vital de las ideas se manifiesta al servicio de nobles, puros ideales v propósitos de redención social y de conquistas cívicas. cumplidos en gran parte a esta altura de su existir. El pueblo, al que están destinadas principalmente, por su contenido, su dialéctica y el hechizo de su estilo, será el primero en comprender y apreciar el valor de estas páginas, por la sinceridad de evangelista con que han sido maduradas. Ya lo sentenció el poeta: “Sólo encuentran el camino del corazón las palabras que salen de él.” He aquí el secreto del verbo, el prodigio de la idea en cuya esencia se galvanizan las facultades de la condición humana. Sólo la palabra que nace, como en este caso, de la más recóndita fuente interior, puede llegar, como una gracia del pensamiento, hasta la conciencia de los demás y hacerse en ella carne y espíritu. La palabra fué hecha con su forma perfecta y su significado a veces mudadizo y hasta perecedero. Y es con esa forma y con su representación primacial cómo la toma el hombre del venero del idioma donde permanece a la espera de un concepto o una imagen. Y los filólogos la estudian y los gramáticos la cuidan v le advierten al hombre: “Ahí tienes la palabra. No la maltrates. Úsala con propiedad y técnica.” Y todo vocablo cumple su misión y expresa lo mismo, potencialmente, en boca del sabio o del ignaro. Tal cual lo exigen las leyes lógicas y naturales. Pero en ocasiones aparece alguien sobre la tierra que emplea las palabras no en función de meras representaciones de objetos concretos o cosas abstractas, sino como semillas de algo nuevo, que van a florecer en una revelación maravillosa. Entonces es cuando las palabras, estérilmente usadas por la mayoría inmensa de la gente, cobran una la razón de mi vidafuncional gravidez germinadora. Adquieren una especie de sobrenaturaleza. Se transfiguran, sin perder nada de su auténtica materia. Dejan de ser sonido para convertirse en grito, en canto, en himno. No pueden dividirse en sílabas ni pueden separarse del cuerpo de la oración, como no puede dividirse el alma. Y se reproduce en ellas la parábola de la brasa, que sin dejar de ser lo que era un segundo antes brilla con mayor resplandor y recupera, de pronto, la hermosura que había disminuido bajo el fino velo de ceniza, cuando recibe el aliento convertido en soplo. El idioma, además de su esencialidad normal, tiene una esencialidad sobrenatural. Quien penetra en esa sobrenaturalidad puede decir, con absoluta sencillez, pero con un caudal entrañable de patéticas sugerencias, lo que Eva Perón dice en su libro. Como cuando confiesa: “Hasta los once años creí que había pobres como había pasto y que había ricos como había árboles.” O como al exponer esta sentencia antológica: “El amor alarga la mirada de la inteligencia”. No emplea, sin duda, término que no pertenezca al orden regular del entendimiento. ¿En qué consiste, pues, la magia de la corriente emocional que esas palabras suscitan en quien las lee? Es muy sencillo, pero de una sencillez imposible de lograr si no está abonada por legítima fidelidad a la verdad interior. Eva Perón, por utilizarlas sin ficciones, con toda su testimonial v prístina condición, las ha vuelto algo así como a su humano y misionero sentido. Las ha escrito después de depurarlas en el crisol de su corazón. Porque ella, más que nadie, por haberlo practicado y por practicarlo incesantemente, sabe que el corazón halla perennemente con el lenguaje sublime de las virtudes. Si no, recordemos el corazón de aquella madre que, conforme el apólogo, supo cuidar a su hijo con todos los cuidados. Y cuando éste, por haberse descarriado y por haber oído que su madre tenía un corazón de oro. decidió robárselo, le fué fácil hacerlo. Y ya con él en la
mano, echó a correr. Mas tropezó. Y cayó en las piedras de la calle. Y sus ropas se desgarraron. Y su carne se sintió herida. Y entonces, el corazón de la madre, que también desde sus manos, había rodado hasta lastimarse, en el barro donde yacía, semisepultado. habló. Y fué para preguntar, con el hilo de voz que le quedaba: “¿Te has hecho daño, hijo mío?” Con un corazón de esos —¡y vaya si hubo pocos corazones como ése!— Eva Perón nos cuenta la historia de su destino, en esta época histórica de la República. Y nos la cuenta con apasionado y rotundo acento testimonial, con fervoroso tono de versículo, con exaltada admiración por Perón, su Líder, su Maestro, con definida y altísima convicción en su obra de gobernante El libro, en su contenido entero es un salmo de devoción por Perón. Lo que comienza siendo una biografía se transforma, prontamente, en doctrina por el influjo intelectual y moral de sus consideraciones y teorías. Todo ello sin el menor asomo de vanidad. A Eva Perón no la comprende, por cierto, la advertencia de San Agustín sobre los seres que “cuanto más se acercaban a Dios por su inteligencia, tanto más se alejaban de él por su orgullo”. La inteligencia de la autora de La razón de mi vida la estimula a expresarse, desde los moldes de su propio yo, sin disimular ni disfrazar sus impresiones. Porque su posición es de fe. Su estética es generosamente combativa. Su gloria es estar junto a los pobres. Toma la rosa sin cuidarse si el tronco tiene espinas. Y toma las espinas sin fijarse si en la punta de la rama hay una rosa. Su ejemplo es de activo proselitismo. Y de rigurosa dedicación a las necesidades y miserias. Para decir, con el Evangelio: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos ”
”De ahí que este libro no perdurará solamente para el que lo lea.
Existirá, asimismo, para el que no lo quiera leer. Para el que se proponga no dejarse tentar por su lectura. Para el que cierre los ojos para no leerlo. Para el que se tape los oídos para no escucharlo. Porque su luz ha de llegar, de cualquier manera. Es la luz de la voz que cumple con el deber de decir lo que piensa y lo que siente, para iluminación de sí propia y de la comunidad, y aun de los que viven cometiendo el delito mental de ocultar sus pensamientos y sus sentimientos.
’’Desde los capítulos iniciales, en que Eva Perón se refiere a los motivos de su obra y nos comunica circunstancias sentimentales v vocacionales de sus primeros años y de la primera juventud, hasta los capítulos finales, hay en el total desarrollo del texto, un eslabonamiento de hechos y de temas que constituyen el índice de su unidad. Las meditaciones de sus soledades infantiles, vinculadas con el conocimiento de la injusticia y con la indignación que ésta le causa: los signos de su honda vocación artística, que le permiten agudizar sus observaciones; sus apreciaciones, tanto prácticas como filosóficas, de fenómenos y problemas relacionándolos con la solución nacional que requerían; el descubrimiento deslumbrante de lo que ella llama “mi día maravilloso”. y que es el día en que su vida coincide con la vida de Perón. en augusta comunión de ideales y principios que nada ni nadie podría destruir; su peronismo, que yo me permito calificar de cósmico por su formidable poder de convicción, de atracción y de expansión; su contacto, ya definitivo, al lado del Líder, con la mano callosa de los trabajadores y con el alma límpida de los trabajadores; el episodio dramático de octubre de 1945, que constituye la experiencia integral de su lealtad y su coraje; las características de su aprendizaje en la acción social, dejando de lado, en consonancia con las enseñanzas de su Maestro, lo negativo, en procura de las cosas por hacer y de “los caminos que nadie recorre”; sus afanes y sus planes; sus reflexiones, que matizan intensa, diestramente el texto; sus alusiones a procedimientos. costumbres y modalidades del medio; y como aureola de todo ello, la imposición magnética de los postulados de la Revolución constituyen. en síntesis, la primera parte del libro, denominada “Las causas de mi misión”.
”La segunda parte tiene por título “Los obreros y mi misión”, y nos habla, en ella, con modestia que revalida la calidad y trascendencia de sus actividades, de su labor social en la Secretaría de Trabajo v Previsión, hoy ministerio, o simplemente en la “Secretaría.”, como ella le llama, evocando su preferido nombre. Entramos, una vez más, en la intimidad de su trabajo, de su intelecto, de su idealidad. La brega sostenida; la adecuación del organismo a las necesidades y aspiraciones de la masa trabajadora; su indispensable eficacia a los objetos, fundamentales del Justicialismo en relación con el movimiento obrero, que “es hacer desaparecer la lucha de clases y substituirla por la cooperación entre capital y trabajo”; las reacciones, comentarios, protestas que suele provocar la impermeabilidad de algunos; su permanente contacto personal con los desheredados, con sus descamisados de todos los momentos; los instantes felices de sus jornadas, al ver cumplidas las finalidades e interpretados los designios; el dolor y la gratitud de la pobreza y la miseria: su discriminación ética sobre limosna, caridad o beneficencia; la eterna Navidad de los niños que le tienden sus manos; el apostolado de la ancianidad; las realidades de la Fundación, que tiene el privilegio de ser una entidad única en el mundo; los sinsabores que la incomprensión no le ahorra; su renunciamiento a todo lo que no signifique un aliciente para proseguir la inmensa empresa en que está empeñada: su interpretación evangélica del Cristianismo hacen que. como el escultor realiza su estatua, la justicia se vaya esculpiendo con las formas del cuerpo social de la República.
”Y a propósito, la palabra justicia, que Eva Perón emplea siempre con tan fervoroso y apasionado vigor, parecía pertenecer, hasta ayer, a la antropología del lenguaje. Conservaba una especie de' germen, nada más. Era poco menos, en ciertos tiempos, que una pieza del museo del idioma, como el maxilar de un megaterio. Desde que Platón enunció que el alma tenía bajo sus ojos a la justicia, se sucedieron definiciones pasivas y hasta metafísicas a cargo de pensadores y juristas. Y a la sombra de esa ciencia fué creciendo, como un hongo, la palabra injusticia. Pero con una tremenda vigencia en las edades. Porque supo ser utilizada por los egoístas, por los insensibles, enmascarándola. La palabra justicia se quedó esperando lo porvenir. Quizá por eso al pie de los escritos se agregaba y se sigue agregando ahora por rutina formal o como aspiración jurídica: "Será justicia.” La palabra injusticia, en cambio, tiene una inmediata elocuencia en quien la padece. Por eso se exclama: “Es una injusticia.” Pero Jo que tenía que acaecer acaeció. Y hoy. Platón hubiera podido escribir: “El alma humana practica la justicia.” No importa que ello ocurra por voluntad, por deber o por imposición de La razón de mi vida, así como es una razón de fe en el pueblo, de amor al pueblo, es también una razón de justicia para el pueblo. Alta y espontáneamente sostenida, como un imperativo.
”La materia de la tercera parte y última es “Las mujeres y mi misión”. En esta oportunidad, como en las otras de su existencia, es el estímulo impar del general Perón y el ansia normativa de servir a la sociedad argentina que la deciden, a la contienda por los derechos políticos de la mujer y porque ocupe el puesto que le corresponde en el cuadro de la Nación Argentina. Aquí luce el ingenio intelectual y literario de Eva Perón, y su talentosa perspicacia crítica en la narración de los esfuerzas cumplidos, ayudada y adoctrinada siempre por el Líder, para mostrarle un horizonte y brindarle una realidad a la mujer, que sin alejarla del hogar, y por el contrario, induciéndola a sus abnegadas funciones hogareñas, y sin restar nada tampoco de su femineidad, le permitiera sumar sus valores políticos y morales al progreso v a la grandeza de la patria. El texto dedicado a la mujer, a su misión, al Partido Peronista Femenino, a las Unidades Básicas, nos informa de crisis superadas, de la escuela de decisiones y abnegaciones fundada en cada pecho, de la continuidad de una actitud genuinamente bondadosa y afectiva. dentro de la energía serena que requieren los métodos cuando, además de hacer, hay que cimentar y salvar lo que se hace.
”La lectura de este libro pone en juego todos los resortes de la personalidad. No obstante su intensa popularidad universal, La razón de mi vida nos descubre la trama de una individualidad inconfundible, que completa la ya conocida con detalles excepcionales. En sus páginas está inscripta su biografía v, consecuentemente, la biografía contemporánea del país. Porque así como ella se reconoce pueblo, el pueblo se reconoce en ella. Asistimos al espectáculo de una vida que cobra, para los hombres y mujeres de su tierra, su más afirmativa razón de ser. El sabio duda de su saber, el poeta de su poesía, el santo de sí mismo, pero el alma buena no puede dudar jamás de su bondad, y en ello reside la fuerza original de sus actos. Por eso Eva Perón puede decir, para justificar su bondad, porque también la bondad tiene que ser justificada: “Dios me eligió a mí de entre tantas y me puso en este lugar, junto al Líder de un mundo nuevo: Perón ” Es decir, en un lugar que será eternamente el mismo, en tiempo y en espacio, como el de la estrella en el infinito.”

AGRADECIMIENTO DEL GENERAL PERON
Por último, pronunció el general Juan Perón las siguientes palabras: “Solamente quiero agregar muy pocas palabras; en primer término, para agradecer las amabilísimas palabras del poeta Rega Molina, que terminamos de escuchar, y luego para agradecer a esta empresa, tan ligada a nosotros, cuyos esfuerzos maravillosos, su perfecta técnica y su gran voluntad y patriotismo tendremos que alabar por muchos años frente a las obras que está publicando para nuestras inclinaciones, para nuestros deseos y para nuestras orientaciones.
“Asimismo, quiero en conjunto agradecer, en nombre de la señora Eva Perón, toda la amabilidad que encontramos en esta casa, tan querida para nosotros, como también las gentiles palabras que terminamos de escuchar, que alientan y configuran para nosotros un nuevo esfuerzo, en un futuro en el que no desmayaremos por hacer todos los días cuanto esté en nuestro deber y en nuestra obligación. Con ello, señores, agradezco a todos los que han asistido a este acto, y reconozco, una vez más, la infinita bondad con que nos han recibido v nos han elogiado en esta oportunidad.”


Pie de fotos
-LA ABANDERADA DE LOS HUMILDES, la mujer extraordinaria que se llama Eva Perón, ha escrito un libro para sus queridos descamisados donde están conmovedoramente expresados su amor al general Perón y a su pueblo.

-NUESTRO COLABORADOR Horacio Rega Molina durante la disertación que del libro de la señora Eva Perón dió en la Casa Peuser, que lo ha editado con excelente presentación. A la conferencia asistieron el Presidente de la República, ministros del Poder Ejecutivo, el subsecretario de Informaciones, señor Raúl Alejandro Apold. autoridades de la editorial y mucho público.

Revista Mundo Argentino
24.10.1951
 

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