Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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CINE Pater ríe último y mejor Los directores en potencia sueñan con el productor, la herencia o la lotería que les permita hacer el film de sus sueños; los directores que terminan su opera prima saben que la batalla decisiva empieza cuando ese film está en las latas: encontrar un distribuidor, o un exhibidor, insertar esos metros de celuloide impreso (donde están sus experiencias y ambiciones) en un sistema de porcentajes, fechas, intereses tan ajenos como indiferentes. A fines de los años 40 Cocteau tuvo la idea de un festival del “film maldito”, donde pudieran verse aquellas obras que un fracaso comercial hizo desaparecer velozmente de las carteleras, antes que alcanzaran al público que mejor podía apreciarlas, y aun las que nunca se habían asomado a las pantallas de los cines. La sonrisa que invadía el rostro franco de Néstor Paternostro la semana pasada era la del que ríe último y mejor: su inédito primer largometraje —Mosaico— había estado al borde de sumarse a una distinguida lista de films malditos argentinos (donde yacen Los venerables todos de Antín, Así o de otra manera de Kohon, ambos no estrenados). Filmado a fines de 1968, cuando “Pater” integraba el hoy disuelto Grupo de los Cinco, Mosaico estuvo listo para estrenarse en marzo de 1969. Mientras era paseado por semanas del cine argentino en todo el continente, y ganaba el premio “opera prima” en el Festival de Panamá, el film enfrentaba la indecisión de los distribuidores locales. La razón no es misteriosa. “Mosaico tiene dos nombres populares —Perla Caron, Federico Luppi— pero no es el film que esperan ver quienes van al cine guiados por nombres populares; es la historia de una modelo y sus desilusiones profesionales y sentimentales compuesto en forma decididamente no narrativa, como un collage de situaciones y climas, en un tono áspero, nada sentimental” explica Pater. Hubo distribuidores que declararon al film “experimental” y justificaron de ese modo su negativa; los hubo más pintorescos, que propusieron remedios. COLOR DE INCOMPRENSION. “Recuerdo uno —ríe el director, como quien evoca un miedo de infancia, ya superado—, que es una persona culta y ha traído films importantísimos al país. Me dijo textualmente «Póngale un acto, ocho minutos que expliquen la situación central, escritos por Alberto Migré o Nené Cascallar, y así Mosaico tendrá un público. ¡Ah! Y cámbiele el nombre... Por ejemplo: Color de mujer.» Si ése era el más inteligente ¿que podía esperar?” (Color de mujer es un slogan inventado en el film para unos cigarrillos cuya campaña publicitaria es objeto de una sátira sangrienta). Pater no es un improvisado y sabe de memoria la máxima de Truffaut: “Hay que ser testarudo”. Su primer corto —Horno de ladrillos— fue visto y premiado en los festivales de Tours y de Londres; el segundo —La difunta Correa— no pudo concurrir al festival de Oberhausen, que lo había invitado a principios de 1967, porque el Instituto Nacional de Cinematografía rehusó enviarla. “No refleja la realidad nacional” fue la razón oficial, que ya todos saben entender, en la Argentina, suprimiendo la negación. El cine publicitario le dio un medio de vida y una escuela activísima: su cálculo es que lleva hechos unos mil comerciales. Mosaico le costó unos treinta millones de pesos viejos, lo que en 1968 y para una producción en blanco y negro fue un presupuesto enorme. Meses atrás, mientras ultimaba su comedia Paula contra la mitad más uno, algunas deudas pendientes de aquel film derivaron en un embargo y amenazaron con provocar su remate. Apenas su segundo largometraje quedó listo —el estreno se anuncia para el principio de la temporada 1971—, Pater se dedicó a gastar sus últimos cartuchos en Mosaico. “Ocurrió entonces el milagro: apareció Argentino Lamas, de Artkino. Puso una sala a mi disposición, fechas a mi elección, y me dijo que el film le gustaba tanto como las películas checas que importa.” Pero lo más importante es que Pater resistió todas las tentaciones de mutilar y facilitar su obra, que llegará al público “tal como la quise, tal como la hice”. Y con su título original. Paula es algo diferente, pero Pater rechaza toda insinuación de que “ha bajado la puntería”. La antinomia entre “cine comercial” y “cine de arte” nunca le ha preocupado: esta comedia disparatada, donde una especie de Modesty Blaise criolla (la modelo Dimma) secuestra con su pandilla a los jugadores de Boca, en vísperas de una definición de campeonato, donde sus planes son entorpecidos por los gangsters Mike González (Juan Carlos Gené) y Ice-Cream Kandinsky (Luppi), juega todas sus cartas en un nivel de gran entretenimiento. “Es la producción más cuidada que he visto —confiesa Pater—; con un equipo de sólo nueve personas nos hemos movido por toda la ciudad y sus alrededores con una agilidad envidiable”. Pero su orgullo mayor es que los técnicos de Laboratorios Alex, tradicionalmente habituados a los requerimientos de la producción comercial, se hayan entusiasmado con sus exigencias: “Un día, al final de la tarde, estaban Pepe Gramático y sus tres colaboradores, con los sacos puestos para irse, de pie, sonriendo, mientras escuchaban qué verosímiles habían salido los disparos de revólver en la banda sonora”. ♦ PANORAMA, NOVIEMBRE 10, 1970 |