Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
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MARIO SABATO DE COMO TRIUNFAR CON UNA “OPERA PRIMA” "Y que patatín y que patatán” 26 años, muchas ganas de hacer cosas, y la primera película filmada con poco dinero y una cantidad industrial de talento. Todo esto llevó a Mario Sabato y su “Opera prima” al Festival Internacional de Venecia. Todo un triunfo. En las líneas que siguen usted podrá encontrar la historia íntima del episodio y también conocer a quien no le pesa ser hijo de un escritor consagrado. "Y que patatín, y que patatán" es una película filmada en blanco y negro, a un costo bastante reducido, es decir, sin ninguna pretensión de superproducción. Sin embargo ha sido elegida por el jurado del Festival Cinematográfico de Venecia como una de las 12 películas más importantes del mundo en esta temporada. Su realizador, Mario Sabato (hijo del escritor), tiene apenas 26 años y no ha salido todavía de la sorpresa que la inesperada distinción le produjo. De todas maneras explica: “La película está compuesta por cinco episodios que intentan mostrar a Buenos Aires, la ciudad multitudinaria y agresiva a través de sus víctimas más indefensas, los niños". El argumento del film pertenece al mismo Sabato y muy a menudo se basó en casos reales para dar contenido a sus relatos. “En uno de los episodios, un chico se queda solo en su casa y comienza a jugar remedando las actitudes de una serie de televisión. El mismo encarna al «bueno» y al «villano», recrea peleas, persecuciones y hasta un intento de linchamiento. El niño muere ahorcado." —¿Se suicida o es un accidente? —Eso le corresponde al espectador determinarlo. Depende de las cantidades de culpa que asuma cada uno. Después sigue explicando que eligió como protagonista a un sobrino suyo, Juan, quien va desenhebrando cada uno de los episodios. Es secundado por Sergio Renán Walter Vidarte, Fernando Siro, Héctor Alterio, Julia Von Grollman y Elena Cruz. Sabato, en éste su primer largometraje, (hay dos cortos en su haber anterior) ha logrado ubicarse en un lugar importante entre los jóvenes realizadores de nuestro cine. Sus ocupaciones anteriores habían estado repartidas entre el cine publicitario, el periodismo y adaptaciones para el ciclo televisivo “Los grandes relatos”. Admite que el asunto de Venecia lo tomó de sorpresa: “El Instituto de Cinematografía me eligió a mí, que había hecho una producción a bajo costo y estoy fuera del sistema." Después reflexiona: “Los argentinos no podemos competir con superproducciones, porque la más cara de las nuestras es pobre comparada con cualquiera de las realizadas con la pujanza de la industria norteamericana y europea. Por eso es que hay que reemplazar el lujo por la fuerza expresiva y el contenido’’. Su sorpresa se trasladó luego a la acogida entusiasta que su realización tuvo entre los organizadores del festival. Habiendo una muestra paralela dedicada a la “opera prima” (el debut de los jóvenes realizadores) era de esperarse que “Patatín...” fuera destinada a la misma. Pero los responsables de la muestra estimaron que el film de Sabato “es demasiado importante y tiene que participar del certamen principal”. —¿Qué quiso hacer con su película? —Fundamentalmente, el tipo de cine que me interesa. (Maneja los costos de manera que fueran recuperables, sin hacer concesiones innecesarias. Es obvio que no buscaba un éxito de taquilla.) —Allí puede estar la clave de lo de Venecia. —La única manera de interesar a los demás es haciendo lo que uno siente. A Sabato siempre le gustó el cine, y manejó sus afinidades con ese parámetro. Tanto, que abandonó sus estudios secundarlos en el cuarto año, cuando llegó a convencerse que “la única manera de aprender a hacer películas es haciéndolas”. Se empleó como “tachero” (llevando focos y sirviendo como ayudante para cualquier menester) en el noticiario “Sucesos Argentinos”; luego fue asistente de dirección y muchas otras cosas. Ahorraba plata hasta que, cuando cumplió 18 años, tuvo lo necesario como para financiar su primer corto, titulado “El nacimiento de un libro”, que obtuvo el premio máximo en el Primer Festival del Film de Arte. —Eso me comprometió, porque supe que en el futuro no podría hacer cualquier cosa...” —¿Qué opina del cine argentino de hoy? —En general, salvo las excepciones que siempre justifican la regla, pienso que es un cine con miedo. —Explíquese por favor... —Tiene miedo a muchas cosas: al ridículo, al fracaso económico; está dotado de un falso sentido del pudor, y se usa al máximo la autocensura. Ninguna empresa se puede llevar adelante con miedo. Yo pienso hacer mi cine sin tener miedo. —¿Usted está definido políticamente? —Sí, hasta el punto en que se puede estarlo en un país de realidad tan compleja. Me designo en el sentido amplio como peronista. Hay matices y cosas que explicar en esta posición mía, pero ahora no es momento de hacerlo. —¿No es pesado, o, si usted quiere, molesto, ser el hijo de alguien tan importante como Ernesto Sabato? —Ser el hijo de alguien como mi padre no me molestó nunca. —¿Y las comparaciones inevitables? —El hace sus cosas desde una tangente metodológica distinta. La literatura no tiene mucho que ver con el cine. —Pero, ¿no es un poco pesado que cuando dicen “el hijo de Sabato” lo midan siempre con respecto a su padre? —Yo tengo una gran admiración por mi padre. De modo que es lógico que ese tipo de comparaciones me halague. Mario Sabato piensa seguir haciendo cine desde su posición de “filmar lo que me interesa y lo que siento”. En este país de jóvenes postergados es importante que un hombre de 26 años muestre cuál es el arte de los argentinos en un escenario tan importante como el de Venecia. -recuadro en la crónica- El argumento No hay una historia sino cinco. Son como cinco espejos de una misma angustiante realidad. “El juego solitario”, donde un chico perteneciente a la alta burguesía inicia un juego que desemboca en la alucinación y en un trágico final. “Sexo, lujuria y perversión” narra las desventuras de un niño que se asoma a la edad de aprender qué es el sexo, saber cuáles son las diferencias entre los varones y las mujeres y cómo vienen los bebés al mundo. “Diferente”, refleja la intolerancia que nos desune y trata un problema difícil en cuanto a la objetividad: los judíos y el racismo. “Piedra blanca cayendo, cayendo, en un pozo negro” se desenvuelve en un ambiente sórdido y mágico: el de la aristocracia en descenso. Es una historia de amor en soledad entre un chico, un hombre y una mujer, donde el espectador deberá resolver cuál es la hipótesis más válida. “Muerte, ¡muerte!” refleja una realidad cotidiana de los suburbios de la gran ciudad. Un grupo de chicos absorbe toda la agresividad y toda la violencia que los medios de comunicación y sus mayores les han inyectado. Aparentemente sólo es una crónica de costumbre, que narra el enfrentamiento de dos barritas infantiles que termina en una lucha alucinada y bestial. Revista Extra 08/1971 |