Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado
LA FILMACION DE "LA RAULITO" Por HECTOR GROSSI El director Lautaro Murúa encara su cuarta película. El personaje real sobre el cual está inspirado este drama se llama María Graciela Dufour, tiene 41 años y está enclaustrada en el hospital Borda. Huérfana y vagabunda, ávida de afecto, es hincha de River Plate y, en una etapa de su vida, optó por la camiseta de Boca. Marilina Ross, que la interpretó para televisión, en 1970, retoma el personaje más importante de su carrera. ![]() Cómo empezó "La Raulito" En 1970, el ciclo televisivo Cosa Juzgada emitió un episodio titulado Nadie, su personaje era la Raulito, animada por Marilina Ross. “Ese personaje —declara la actriz para Redacción— es el que más felicidad me dio hacer en mi carrera profesional. Por encima de todos mis demás trabajos. Desde entonces pensé e insistí en que había que llevarla al cine. Al final lo conseguí”. En rigor, quien ubicó el personaje fue la investigadora periodística del mencionado programa, la escritora Martha Mercader (directora del clausurado diario La calle). “En mis búsquedas de temas, cinco años atrás — revela Mercader—, me enteré de la existencia de la Raulito, en el Juzgado del Crimen del doctor García Rams. Muchos empleados y funcionarios me aportaron información sobre ella. Ahora que la llevan al cine, pienso que tanto yo como Juan Carlos Gené, que figuramos como argumentistas de la película, no lo somos rigurosamente. Nada inventamos, todo está cifrado en la investigación de una vida, el argumento lo vivió la propia Raulito, ella es la argumentista de esta película”. Sobre las mencionadas bases, José María Paolantonio escribió el libro cinematográfico, a cuyos efectos entrevistó en más de una oportunidad a María Graciela Dufour, en su actual encierro: “La Raulito —declara— es un prototipo límite de la soledad y el desamparo. Es una psicópata que necesita de la libertad absoluta, inalcanzable en una sociedad determinada. La sociedad no la agrede, las cosas son así. Y aunque la gente trata de ayudarla, no tiene solución”. Aparece Lautaro Murúa Después de evidenciar sus calidades de realizador en tres largometrajes: Shunko, Alias Gardelito y Un guapo del 900, Lautaro Murúa vuelve a dirigir cine. Redacción siguió su trabajo en uno de los epicentros de la película, Plaza Constitución: registrando a la protagonista en bicicleta, mezclada en el infernal tránsito de la tarde, vendiendo diarios: “Estoy muy feliz con esta filmación —revela Murúa—, todo respira una honda verdad y espero, a la postre, lograr la profunda relación entre la Raulito y la ciudad, que es la coprotagonista de la película. Pienso que la Raulito es un personaje universal, que se da en Buenos Aires como en Moscú, Nueva York o Pekín. Es una triste secreción de la sociedad contemporánea, casos que ocurren. En relación a mi obra anterior, podría ser un pariente lejano de Gardelito”. Bajo la conducción de Murúa, la filmación de La Raulito comenzó precisamente el 18 de noviembre de 1974, en la ciudad de Miramar, donde — por esas paradojas de la producción fílmica— se registró lo que habrán de ser las secuencias finales de la obra. El plan previsto de filmación es de ocho semanas, y su estreno se ha prefijado para el mes de mayo de 1975. A esa altura, La Raulito habrá costado 400 millones de pesos antiguos, de una película hecha en Eastmancolor, cuya duración será de 90 minutos. Importa señalar que en ese monto no se incluyen derechos a pagar a María Graciela Dufour. Cuando se le habló del tema, su respuesta fue categórica: “¿Plata?, ¿para qué la quiero? Dame lo que nunca tuve —le dijo a Paolantonio—, dame una familia”. Una sola vez pidió algo concreto: un aparato de radio que le fue llevado por el actor Jorge Martínez, ex campeón argentino de tennis, incorporado al elenco de intérpretes que integran: Duilio Marzio, Ana María Picchio, María Vaner, Luis Politti, Virginia Lago y Fernando Mistral. Un camión, desapercibido en la baraúnda de la esquina de Brasil y Bernardo de Irigoyen, disimulando su carga detrás de cortinas, lleva al avezado camarógrafo Armando Bugallo y al director de fotografía Miguel Rodríguez. En la jerga eso se llama “cámara oculta”. Así se van registrando climas y situaciones, en las que se mezclan los actores, “respirando verdad”. Miguel Rodríguez fotómetro en mano, mide la intensidad de la luz, en medio de la calzada, mientras zumban los vehículos a su espalda, algún curioso lo detecta, y Murúa con científica severidad lo despista: “¿Cuántas moscas registró?”, “Dieciséis”, responde Rodríguez. Minutos después, el iluminador le confiesa a Murúa que el día es muy hermoso, que el sol es muy radiante, que teme traicionar el clima espiritual de la película, embelleciendo indirectamente el drama gris e irremisible de la Raulito. Y entonces hay que esperar. Se estudian encuadres: ahora es una visión subjetiva de la protagonista, Murúa, cámara en mano, acostado de espalda sobre el césped de la plaza, analiza la toma de un árbol, prevé entradas y salidas de personajes en el cuadro. Es el actor Luis Politti —anima el personaje de Juan, el diariero— quien se demora en las modalidades de trabajo del director Murúa: “Sabe lo que quiere y extrae de nosotros el máximo de posibilidades, lo percibo en el difícil equilibrio que debe vivir mi personaje, y que conseguimos con Murúa. Juan el diariero vive con la Raulito una relación espontánea, de ternura y protección, como si fuera el hermano mayor de ella. La hace trabajar en el kiosko y le paga. Es una hermosa relación entre dos seres desamparados que se necesitan recíprocamente. Todo habrá de terminar entre los dos, cuando se define la identidad profunda de la Raulito. Hasta ese momento — precisa Luis Politti— Juan el diariero es el remanso, la normalidad de su vida. Pero para ese ser sin posibilidades, hasta los remansos son breves; se irá del lado de su “hermano”, cuando vislumbra que éste la requiere como mujer; la Raulito dirá: “No quiero ser hombre, ni mujer, no quiero sufrir”. Ni hombre ni mujer En su vagabundeo real, y en el recreado para el cine, la Raulito viste pantalones. El pelo rapado, camisas masculinas, o la camiseta de River Plate (María Graciela Dufour, fundamentalmente futbolista, es hincha de River) o —curiosamente— la de Boca Juniors, oposición dictada por un conmovedor episodio que ocurrió en la realidad. “Me Visto de hombre — le dijo a Marilina Ross— para defenderme, en un mundo dominado por los hombres. No quiero ser varón, pero tampoco quiero ser mujer”, Así la conocieron y quisieron Carlos de la Púa, y los boxeadores Horacio Acavallo y Gatica, con quien hizo guantes más de una vez. Los autores de la película han contado con el asesoramiento de un médico psiquiatra que la ha tratado anteriormente y se niega a revelar su identidad. Tanto éste, como los autores e intérpretes coinciden en el diagnóstico clave de esta curiosa personalidad que —en su orfandad—- es un trémulo espejo de una sociedad desajustada. La Raulito lee y escribe, pero su entretenimiento es el fútbol que no puede jugar con las demás reclusas: “Si yo hubiera estado en lugar de Perfumo —se refiere al Campeonato Mundial— ganamos nosotros. Pero ¿qué voy a estar? si soy mujer”. La necesidad del encuadramiento afectivo aflora a dos por tres en sus evocaciones bullentes: “Ahora mi familia son las celadoras de la cárcel. Antes, los que me acompañaban”. Y así también lo vivencia Marilina Ross: “La Raulito la siento como un perrito callejero que se acerca a quien le da pan, cariño, y la acompaña dos cuadras. Busca un lugar de ella, una familia, un hogar. La siento como prestada, como si siempre estuviera de más. Lo que pasa es que no hay lugar para la Raulito, ni lo va a tener”. Un día —no hace muchos atrás — María Cristina Dufour, a los 41 años, le confesó al guionista Paolantonio: “Una época linda era cuando dormíamos en esos ómnibus grandes depositados en un taller, era como estar en una casita: tienen ventanas y cortinitas, como una casita”. ♦ REDACCION 01/1975 Acerca de Héctor Grossi: "En 1955 comenzó su labor como periodista publicando su primera nota en la revista El Hogar. Realizó crítica cinematográfica en la radiofonía y televisión, trabajó en publicaciones del país como Análisis, Convicción, Primera Plana, Redacción, Siete Días y Somos, y colaboró en prestigiosas publicaciones extranjeras. Sobre su paso en Convicción, donde ejerció la subdirección, el periodista Claudio Uriarte dice que Grossi era un "personaje en general neutro, que venía de la crítica de cine que no tenía la menor noción de lo que era la sección política" https://es.wikipedia.org/wiki/H%C3%A9ctor_Grossi |