Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA PROVINCIA BOMBA
(El último "Refugio" del golpe)

Perón estuvo o dos horas de Jet de Buenos Aires y no pasó nada. Después, Isabel Perón, empalidecida de ideas, pero clave en presencia, transitó con su menudencia física por todo el país anunciando el regreso del Líder, proclamando su jefatura irrenunciable, poniéndole la mano en el hombro a Corvalán Nanclares en Mendoza, y su índice acusador a Augusto Vandor cerca de la nuca. Y no pasó nada. Antes, militares del compromiso pentagonal quisieron ir a Santo Domingo, y la sutil pachorra cruzdejiana de Arturo filia les postergó la batalla que no se dio. Y no pasó nada. En horas nada suaves, la máxima figura militar argentina, "dueño de la legalidad que supimos conseguir", Juan Carlos Onganía, terminó desembarcado del proceso por un golpe de furca del oficialismo. Y no pasó nada.
Ahora, dentro de un año 4.150.088 votantes decidirán en Buenos Aires quién debe gobernar la provincia. Allí el peronismo es una suerte de RECOLETA IRREVISABLE; frente a él vienen muriendo todas las esperanzas de "la otra democracia". La que tiene menos votos. Por eso es la provincia BOMBA. Framini fue un detonante una vez; apretó y saltó Arturo Frondizi. Allí se refugia la última versión que tiene el GOLPE POSIBLE EN ARGENTINA. Desde 1963 no se habla sino de eso. Y ya vamos llegando. EXTRA dispuso entonces que toda su solvente gente investigara por qué la provincia de Buenos Aires "MANDA" en el país, y por qué es el último PRETEXTO que tienen quienes sueñan con el GOLPE.

"NO creo en fantasmas, pero que los hay, los hay..." Apelando al ambivalente dicho, un alto oficial de nuestros Fuerzas Armadas trata de explicar la reacción mayoritaria de los hombres de uniforme argentinos ante la posibilidad de una provincia de Buenos Aires peronista.
La inminencia de las elecciones de gobernador de 1967 replantea apremiantemente una pregunta: ¿por qué es "imposible" admitir un gobernador peronista en Buenos Aires, cuando sin mayores resistencias se los acepta en otras provincias del país?
La pregunta recibió una drástica contestación en 1962. El triunfo de la fórmula Framini-Anglada determinó la anulación de las elecciones y la ulterior caída de Frondizi. Muchos factores indican que el esquema que llevó a la "solución" del 62 y que luego impuso la obtención peronista al año siguiente en las elecciones generales, se repiten ahora. El primero y fundamental, un hecho aplastantemente objetivo: en términos generales, los hombres que dieron abruptamente por tierra con las aspiraciones peronistas en aquella oportunidad son los mismos que hoy siguen con mando militar.
¿Siguen pensando ahora igual que antes?. . . Digamos en principio que sí. "Comunicado" más o menos, existe conciencia pública de que las FF. AA conservan poco menos que intacta su "alergia" a todo lo que huela a peronismo. Y esa sensibilidad olfativa se exacerba en el caso de la primera provincia argentina. Dejando de lado la hipótesis en torno a un eventual "ablandamiento", lo que nos interesa ahora es tratar de descubrir el porqué de esa actitud dual.

EL INOLVIDABLE PASADO
En libro memorable, Martínez Estrada definió precisamente a la ciudad de Buenos Aires. "La cabeza de Goliat" la llamó, aludiendo a ese monstruoso gigantismo de la capital de la república respecto de un cuerpo nacional más o menos enclenque. El calificativo puede muy bien extenderse a toda la provincia de Buenos Aires. En un décimo del territorio nacional, capital y provincia acaparan 10 de los 22 millones de habitantes del país. Y esto es sólo un índice demográfico, completado por otros coincidentes en el orden económico, financiero, etc.
Además, la Historia enseña que quien dominó la provincia, dominó al país. Es un drama cruento y azaroso, con dos protagonistas en perpetuo combate: la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires por un lado y el resto del interior del país por el otro. Rosas llegó a gobernador de la provincia de Buenos Aires y pórtese conducto a la virtual jefatura de Estado, a través del apoyo de las masas bonaerenses. Mitre enfrentó a la Confederación Argentina como gobernador de Buenos Aires y triunfó en Pavón. Y así llegó a presidente de la República. A partir de entonces, la trágica evidencia de la sangre dejó de ser la prueba incontrastable del enfrentamiento. Pero la lucha continúa, más sorda, pero continúa. Los "aliados" (Capital y Provincia) tuvieron su conflicto doméstico en ocasión de la federalización de Buenos Aires, pero eso no fue más que una rencilla entre esposos: la esencial afinidad entre las dos partes de "La cabeza de Goliat" —fundada en una realidad político-económica, que no por enfermiza es menos real— continuó incólume.
Por todo esto, dejar entrar un mandatario peronista en la Casa de Gobierno bonaerense, casi equivale —para muchos— a dejarlo sentar en el propio sillón de Rivadavia. La raíz psicológica de esta "sensación" no puede dejarse de lado. Por más que se la refuerce con argumentos racionales, estos se resumen en última síntesis a uno: la economía del país depende, trascendentalmente, del potencial y la riqueza de la provincia de Buenos Aires. Ponerlas en manos potencialmente hostiles, equivale a entregarle las riendas efectivas de la conducción del país. "Un solo resorte —la política impositiva— le bastaría a un gobernador peronista para agredir feroz y eficazmente a todo el complejo agro-industrial de la provincia, si no se aviniera a ser flexible a las presiones de las empresas", nos profetiza apocalípticamente Julio Oyhanarte.
Y aquí aparece, pesando menos ostensiblemente, pero no de manera menos real, la "eminencia gris" inevitable: los intereses económicos. No pensamos que las FF. AA. sean —como institución— instrumento consciente de esos intereses. Pero no debe quedar ninguna duda de que aún admitiendo que por distintas razones sus objetivos son coincidentes, las llaves de una economía típicamente liberal como la nuestra, están en poder de un grupo de personas fácilmente individualizables. Esta regla tiene plena vigencia en Buenos Aires y es la que hace opinar al diputado peronista Dr. Tecera del Franco: "el golpe, si se da, irá más allá del radicalismo; más que contra él, el golpe se dará contra el liberalismo; a los radicales no se los echará por malos, sino por ineficaces".
Los ganaderos de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, son dueños de 17 de los 40 millones de vacas que "habitan" el país; por supuesto, que estos ganaderos no son precisamente proclives a un gobierno opuesto a sus intereses. Por otra parte, a través de ellos, el Estado nacional maneja un rubro vital de nuestra política exportadora, que —llegado el caso— pasaría a depender en buena medida de los dictados de ese hipotético gobierno peronista. Tecera del Franco profetiza que "en la Argentina se va a producir un maravilloso cortocircuito comprensivo entre las fuerzas armadas y las fuerzas nacionales sobre un común denominador nacional, ecuación ésta que va a dar como resultado un gobierno de veinte años de desarrollo y justicia social". Este "paraíso perdido" excluye que en el 67 se repita lo ocurrido en 1962. Pero como no todos piensan así, hay quienes se preocupan de encontrar medios más "reales" para evitar que la historia se repita.

PUERTA DE HIERRO ORDENA
En 1958, la alianza con el peronismo posibilitó el acceso al poder de Arturo Frondizi: en la provincia de Buenos Aires, Alende derrota de manera aplastante al candidato de la UCRP por 1.383.000 votos contra 748.000. Sólo 300.000 votos en blanco, indican que las huestes peronistas habían respetado disciplinadamente la "orden". Pero el idilio dura poco. Ya en las elecciones para Diputados de 1960 la UCRP aventaja a la UCRI, desguarnecida por el peronismo. Los radicales del Pueblo capitalizan 753.000 votos contra los 500.000 de la UCRI. La abstención peronista se expresa en 861.000 en blanco.
Las cartas están echadas, aparentemente, para las capitales elecciones gubernamentales de 1962 Perón sigue en la línea "dura" de la autoproscripción y se piensa que ganará el radicalismo del Pueblo, con algún apoyo peronista. Pero entonces se produce el trascendental viaje de dirigentes gremiales a Madrid, quienes arrancan a Perón su apoyo a la fórmula Framini-Anglada. ¿Qué se pensó en aquella ocasión? ¿Que los militares admitirían un triunfo peronista en la provincia? A este respecto, hay quienes piensan que el rencor peronista por la presunta "traición" de Frondizi al pacto, una vez que alcanzó el poder, llevó a castigarlo de esa manera.
¿Se intenta ahora repetir la jugada, con la única variante de que esta vez la víctima será la UCRP y no la UCRI?
"En el proceso electoral de 1967 van a jugar de manera determinante dos incógnitas fundamentales: 1) ¿Cómo va a incidir la polarización? y 2) ¿En qué medida va a gravitar la división del peronismo?", nos decía el Dr. Julio Oyhanarte. Respecto a la primera, opina que no se van o modificar sustancialmente las cifras de las elecciones anteriores; inclusive, que el peronismo puede verse beneficiado por la polarización y aumentar la diferencia a su favor, de todos modos el medio millón de votos que lleva de ventaja es indescontable para el radicalismo del Pueblo. En cuanto a la crisis del peronismo, el Dr. Oyhanarte afirmó — nótese que lo dijo antes del desbarranco de Seru García en las recientes elecciones mendocinas—: que todos los intentos realizados hasta ahora para crear alguna suerte de neoperonismo con el objeto de derrotarlo dividido, ha fracasado estrepitosamente; y que no obstante la magnitud del actual conflicto interno del peronismo, éste superará la coyuntura y una vez más habrán fracasado los intentos de dividirlo.
En 1962, el gobierno de la UCRI se vio enfrentado a resolver el espinoso problema del peronismo —ya en forma decisiva con su posible acceso a la gobernación de Buenos Aires—, el mismo "problemita" que ahora tienen sus ex correligionarios, los radicales del Pueblo. En aquella oportunidad se ensayó una salida que provocó la caída del gobierno; en enero de 1962 —precisamente el 29— se reunieron en el Ministerio de Defensa los popes militares del momento y los responsables de la política del gobierno de la UCRI. En esa reunión se consideró la candidatura de Perón y la concurrencia del peronismo a los comicios; de ese cónclave se labró un acta secreta, que posteriormente fue publicada por un órgano periodístico y cuya autenticidad en ningún momento fue cuestionada por ninguno de los asistentes al mismo. En esa oportunidad se sostuvieron dos posiciones: la primera era la solución elaborada por el entonces ministro del Interior, Dr. Vítolo, que consistía en: 1º Proscribir el régimen peronista por totalitarista, impidiendo su restauración; 2º Impedir la candidatura de Perón inhabilitándolo; 3º Permitir que el peronismo se organizara democráticamente y no extender a nadie más que Perón la inhabilitación.
La segunda posición era la defendida por los militares y que consistía en proscribir a Perón, el peronismo, los peronistas y cualquier responsable del régimen. Vale decir, que la proscripción era total y absoluta.
Se mantuvo la posición de Vítolo y así se fue a las elecciones del 18 de marzo con los resultados electorales y políticos por todos conocidos: en la madrugada del 19 de marzo los mandos militares exigieron a Frondizi la anulación de los comicios o la intervención a las provincias en que había triunfado el peronismo, por lo menos. Vítolo renuncia y Frondizi se dispone a pagar el precio que le exigen los militares para evitar el golpe de Estado. Comisiona al Tte. Cnel. Zamudio y al Cnel. Montiel Forzano para que logren la mediación del Gral. Aramburu ante las FF. AA. para que éstas acepten el envío del proyecto de intervención al Congreso Nacional. Se consigue la mediación de Aramburu, pero éste no logra que los militares acepten la propuesta de Frondizi. Las intervenciones se dictarán por decreto. No obstante, diez días después, Frondizi está preso en Martín García.
El diálogo entre militares y peronistas, principalmente con el sector que acaudilla Vandor, mueve a esta reflexión a su rival José Alonso: "La experiencia de los años recientes demuestra que no se puede gobernar sin el peronismo; por eso los militares que se hallan embarcados en la salida revolucionaria tratan de negociar con el peronismo para que éste avale —con su prestigio popular— el gobierno militar que surja después del golpe. No hay otra salida para ellos: depusieron a Perón y no pueden permitir que el peronismo regrese al poder sin su autorización; sin alguna forma de compromiso mutuo. Cada una de las líneas golpistas —hay 3 ó 4—trabaja por su cuenta para tratar de conseguir los mejores condiciones posibles en el pacta. Quien consiga comprometer al peronismo dándole la menor porción de poder posible habrá triunfado. La alternativa es la siguiente: o se negocia con Vandor o se negocia con Perón. Obviamente se piensa que a Vandor se le podrán sacar mejores condiciones que a Perón. El golpe que preparan los militares no puede durar más de seis meses como gobierno. Después, o se desemboca en la verdadera revolución que el país reclama o todo termina una vez más con un vulgar episodio palaciego y vuelta a empezar..."
Frente a este desalentador augurio, el gobierno y los partidos tradicionales, cada cual por su lado, buscan la manera de evitar que se convierta en realidad. Parten de una lúcida comprensión de su fracaso para captarse el voto peronista. A más de diez años de la Revolución de 1955, las cifras "cantan": en la última elección realizada bajo el régimen peronista —para vice presidente de la Nación—, en abril de 1954, el peronismo sumó en la provincia de Buenos Aires 1.470.000 votos, contra los 750.000 de la entonces no escindida Unión Cívica Radical. Hace poco, el 14 de marzo de 1965, elecciones para diputados arrojaron este lapidario resultado: Unión Popular (peronismo) un millón 350 mil votos; UCRP 970.000. Habida cuenta del aumento del padrón electoral, pero también de las condiciones desventajosas que en la realidad se ha desenvuelto el peronismo, se puede observar que éste conserva casi intacta su fuerza en las masas. Esto no ocurrió en el resto del país, donde —si comparamos los resultados de elecciones recientes con las realizadas durante el gobierno de Perón— advertimos que el peronismo ha sufrido una merma considerable.
Factor decisivo en el hecho de que la provincia de Buenos Aires sea netamente peronista lo constituye el llamado Gran Buenos Aires. El cinturón industrial de la Capital Federal gravita decisivamente con el peso de 400.000 obreros, aglutinados en sólo 43 empresas. Tal concentración les da la jerarquía de una poderosa fuerza de choque; su peso no es solamente el pasivo de la mera suma aritmética de sus votos, sino el activo —y actuante— fermento social.

EL REINO DE LA FANTASIA
Como más de una vez ocurre, una mastodóntica realidad se convierte en germen —al tratar de negarla— de alucinadas especulaciones. Muchos son los caminos que pretenden conducir a Roma: derrotar al peronismo y eludir el golpe. Reseñémosla como testimonio de la confusión y la angustia:
Por el gobierno las "ocurrencias" van desde adelantar las elecciones para noviembre o diciembre —y "apurar" así el eventual fraccionamiento del peronismo— hasta una reforma constitucional que prorrogue los mandatos actuales hasta 1969. Variables posibles son la utilización del Estatuto de los Partidos Políticos como instrumento disgregador del peronismo; o la amalgama de todos los partidos no peronistas, previa "concesión" de un gabinete de coalición. Luchar frontalmente en la campaña electoral es una posibilidad que sólo contemplan algunos "líricos sin remedio" (según palabras de un realista dirigente de la UCRP).
Al margen del gobierno, la oposición no peronista maquina alianzas y soluciones. El MID proyecta "legalizar" al peronismo bajo la forma del "frente". "Sería limarle un poco las uñas al león, para que no parezca tan malo...", habría reflexionado Frigerio en íntima reunión. Un jefe militar como candidato a gobernador y un dirigente gremialista como vice, sería la expresión de ese eventual frente.
Llena de fría racionalidad es la solución apuntada por el prestigioso jurista doctor Julio Cueto Rúa. Al frente de su diminuto PRAR, propicia un gran entendimiento nacional que se haga cargo de los datos —lindos o no— que proporciona la realidad social argentina: la necesidad de la incorporación del peronismo a la vida política con su correspondiente porción de poder y la existencia de los factores de poder que son fuerte y abiertamente antiperonistas. De estos dos polos opuestos deberá surgir el acuerdo, que para ser tal tendrá que dejar en el camino muchas de las aspiraciones de los dos bandos adversarios. Ni peronistas ni antiperonistas deben pretender llegar al acuerdo sin sacrificar parte de sus postulados y sin renunciar a que las cosas sean como quisieran. Por su parte, Oyhanarte ironiza muchos esfuerzos y especulaciones diciendo que "un frente que reúna a Cueto Rúa, Frondizi, Américo Ghioldi, González Bergez, Thedy, Framini, Vandor, Alonso y Horacio Accavallo, no tiene ninguna posibilidad de realizarse". Y que el peronismo no se avendrá a ningún tipo de acuerdo en la provincia de Buenos Aires —donde, por otra parte, no hay ningún derecho a exigírselo— y que ganará por las suyas. Según el ex ministro de la Suprema Corte, el peronismo sólo pactará en aquellos distritos electorales en los que no tenga fuerza propia para imponerse por sí solo, como podría ser el caso de la provincia de Santa Fe.
Inclusive la insospechable UDELPA se permite abrigar las —en otro momento pecaminosas— esperanzas de llegar a alguna forma de acuerdo con el peronismo. La intransigencia ortodoxa de Aramburu se ve en estos momentos arrollada por otros hombres de su partido —Héctor Sandler a la cabeza—, que creen en un imprescindible "aggiornamento" de la agrupación.
Frente a tanto ruido, el peronismo guarda el silencio de los fuertes. En particular, sella inabordablemente sus labios frente a la pregunta clave: ¿Quién será —eventualmente— el candidato a gobernador por el peronismo? Todas las respuestas corren por cuenta de terceros oficiosos (desde Antonio Caffiero o Gómez Morales, pasando por Pérez Companc y el obispo de Avellaneda, monseñor Jerónimo Podestá...). Sumar una candidatura más ahora, sería igualmente oficioso y gratuito, lo que es poco menos que seguro es que el peronismo no optará por el camino de la abstención, cualquiera sea el obstáculo que se le presente ("ya se terminó la época de hacernos los ofendidos...", aclaró un habitualmente hermético dirigente metalúrgico).
Lo definitivo es, en última instancia, que 300.000 decisivos kilómetros cuadrados de tierra argentina están en danza. Han gravitado siempre crucialmente en la historia del país y hoy se disponen a hacerlo una vez más. Puede ser que la provincia de Buenos Aires "sea el país", pero no dejará de serlo hasta el día en que muchos argentinos no dejen de "sentir" que eso es así irremediablemente.

FF.AA. EN EL BRETE
"Nosotros, en nuestra inmensa mayoría, no estamos en principio con el golpe. Lo que ocurre es que nos encontramos frente a la disyuntiva: o impedimos de una manera radical que el peronismo asuma el poder en Buenos Aires, o le hacemos "el caldo gordo" al gobierno apañando algunas de las formas de proscripción que prepara." Un alto oficial de las FF.AA sintetiza así el que —a su juicio— es el dilema de la mayoría de sus compañeros de armas.
Como argentinos, los militares no pueden eludir el "complejo" Buenos Aires peronista. Ya vimos qué profundas raíces tiene en nuestra historia ese complejo. Hombres como Alsogaray y Laprida son, dentro de la institución, quienes pretenden eludirlo a través de un acuerdo con el peronismo. Los exégetas de Perón descubrieron el secreto de su "éxito" en el equilibrio que llegó a establecer entre las fuerzas laborales y las fuerzas armadas. Muchos sueñan con restablecer ese equilibrio en la cabeza del general Onganía en 1969... Pero en tanto, allí está la provincia de Buenos Aires —enemiga impostergable— esperando para volver a ser, según todo parece indicarlo, rectora de los destinos de todo el país.

Recuadro en la crónica
Un Rebelde
"El gobernador de la provincia era un delegado del gobierno nacional, un contador, un cajero y un jefe de policía..." Carlos D'Amico fue gobernador de la provincia de Buenos Aires en la década del 80, bajo la presidencia de Roca. Esta definición de su cargo y la activa defensa que asumió de su autonomía, le valieron el exilio y la frustración definitiva de su carrera política. Desde México, a través del libro, volvió a denunciar la avasallante actitud del poder central.
La voz de D'Amico, expresión de insólita rebeldía para su época, permaneció solitaria y sin ecos. Nadie lo acompañó en una cruzada en la que, inclusive, empeñó su destino de hombre público. A partir de entonces, "el resto es silencio..."; no sabemos si porque las condiciones que él denunció ya no existen (o nunca existieron), o porque su valentía no encontró pares dignos de asumirla.
Lo que resta de cierto e indudable es su lucha concreta, real, que «e tradujo en una verdadera "muerte civil" de D'Amico, uno de los tantos con quienes —a juicio de muchos— está en deuda nuestra Historia.

Revista Extra
06/1966

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