Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

PETIT: EL NACIONAL DE UN GRANDE
Dicen que, de un momento a otro, El Nacional perderá su lugar en Buenos Aires; un añejo y disputado juicio haría volar a sus actuales inquilinos. Quienes aseveran esta teoría, afirman que el teatro no se cuida como antes, que sus empresarios se han vuelto indiferentes ante la posibilidad del desalojo. Sin embargo, los que sostienen lo contrario creen que esa información carece de validez; esgrimen, entonces, como réplica, la preparación de una costosa revista para la temporada de 1972, una inversión que —según cuentan— trepara a los 200 millones de pesos (habitualmente cuestan 50 ó 60). Para develar parte de esa inquietud, hubo que subir los 16 peldaños que separan a Carlos Artagnan Petit de la planta baja de El Nacional.
Cálido, eufórico, jovial, vestido con un austero conjunto tipo safari, el símbolo ejecutivo de la revista porteña aceptó desgranar detalles sobre un grabador de primera plana. No es común en él; casi siempre prefiere escudarse en las sombras. No tiene problemas extraños, sino cierta vocación por el anonimato.
Ha alimentado —"sin claudicaciones, con esfuerzos"— el sueño erótico de los jóvenes imberbes y el de los veteranos esperanzados. Habla sin remilgos, juega con las manos, coquetea con las palabras; es uno de los dueños de la noche de Buenos Aires, el mismo hombre que desde hace décadas se codea con las burbujas de la¡ farándula, con piedras y con plumas ("Nunca me hicieron cosquillas", se entusiasma). Iba a ser una entrevista y, obviamente, terminó siendo un monólogo; Petit, sencillamente, se prestó a señalar toda su historia en una real y atrapadora confesión:

Empecé en el teatro como comparsa. A veces, uno quiere decir un chiste y no le sale. Trabajé en el sitio más modesto, hice números de relleno. Era el año '36; giras, actuaciones, ayudante del director, radio, teatro; en fin, hice de todo.
En esa época, la gente no estudiaba teatro, había muy buenos actores; hoy se hace otra selección porque es necesaria, porque responde a una cuestión natural del tiempo. Antes, los Podestá y otros, en los años '20 ó '25, salían del circo y pasaban al teatro sin ninguna preparación.
Traté a mis hijos con mucho más afecto y cuidado del que lo hicieron mis padres conmigo. Soy viudo, tengo dos hijos; me he vuelto a casar, soy reincidente. Empecé en el teatro, en revistas, en el '43. Mi compañero era Rodolfo Sciammarella. Desde entonces hasta ahora no. he dejado de hacer revistas en Buenos Aires. Soy autor de las cosas de Buenos Aires, de las epidérmicas. La revista es un género intrascendente, pero al público porteño le gusta mucho y hay un gran caudal de público que se vuelca a la revista.
En el '39 hacía programas de radio. No soy un escritor calificado, soy autor de temas superficiales. Cuando me inicié, a veces me confundían con Ulyses Petit de Murat; yo decía: "No, no, él es bueno, gran poeta y gran amigo".
Desde los grandes maestros, Bayón Herrera y Romero, la revista siempre me apasionó. Bayón era director de películas en EFA y yo era casi su ayudante. Vi todas sus revistas, soy espectador de revistas desde los 14 años, y desde el paraíso. A lo mejor, el género me gusta tanto porque no hay tiempo para pensar, es digestivo. Ahora, en la Argentina, la revista ha alcanzado uno de los mejores niveles mundiales. He visto en todos estos años desfilar infinidades de vedettes y coristas; coristas que han llegado a vedettes: Nélida Roca, Alicia Márquez, Egle Martin, Xenía Monty, May Avril, Dorita Burgos. Son tantas, algunas se han casado, dejaron la revista. Mi socio, Enrique Muscio, está en el Nacional desde el '30; yo me incorporé al Nacional en el "50. Estuve en el Maipo, en el Casino, en el Comedia de la calle Paraná; siempre produciendo como autor y director. Escribir para revista no es difícil, pero sí lo es engranar la sucesión de cuadros. La revista es un muestrario, un mosaico: intérpretes, cantantes, bailarines, cualquier revista tiene 60 personas.
Cada vez que viajo a Europa veo revistas; es lo único que veo, y puedo decir que estamos bien colocados. Con el único espectáculo que no se puede competir es con el Lido de París. Es un restaurante como era el viejo Tabarís, más importante y más grande. El Casino y el Follies Bergere están completamente en baja.
Tengo un gran respeto por la gente que trabaja conmigo, y para infundir respeto hay que brindarlo. Yo produzco los espectáculos. Yo lo hago, lo compro, lo vendo y lo digiero. Me gusta trabajar con los jóvenes, quiero ser siempre el más viejo. Los jóvenes siempre tienen empuje; yo tengo sesenta años, la gente que está cansada no sirve. Siempre hay que apuntar a la cabeza; si uno pega en el pecho, mala suerte; y si lo hace más abajo, ya la cosa es jorobada.
Yo me casé la primera vez con una mujer que no era de teatro, fallecida, y me volví a casar con una mujer que es mucho más joven que yo. Mi mujer actual era vedette; después volvió a estudiar, es obstetra, y ahora es mi gran colaboradora, se ocupa de toda la parte vestuario; mi hijo mayor, de mi primer matrimonio, que se casó hace poco, es otro gran colaborador: se casó con una chica que no es de teatro, muy buena.
La revista aquí comienza con la llegada de Madame Racini, francesa, que llega en el '24 a la Opera. Llega con un gran despliegue de plumas, una aparatosidad brutal; en ese momento, Bayón Herrera estaba en el Porteño con Romero haciendo revistas argentinas; salen a Europa a buscar elementos para competir porque Racini había dejado un precedente importante. En el '30 se hace política en la revista con la llegada del primer Gobierno militar; se hace caricatura de todos los individuos que en ese momento rodeaban al general Uriburu. A él le cae bien, y se divierte viéndose caricaturizado junto con Alvear, Yrigoyen y todos los demás. A mí, la revolución del '30 me agarra cuando me dan la libreta de enrolamiento. En el cuarenta y tres, cuando yo entro a la revista, viene Perón. Bayón Herrera y Romero dejan la revista para dedicarse al cine.
La estructura del país se había cambiado con un Gobierno fuerte y el momento también era propicio para la sátira política. Después, Perón decidió que no hay política en la revista y volvemos al terreno de la revista parisina. Hasta el '55, la política está vedada; no se puede decir más de lo que dicen los diarios, y los diarios lo que dice el Gobierno. En los catorce años de Perón la revista no pierde brillo, busca otros horizontes; el chiste político, sin embargo, desaparece.
En el '55 hice un éxito sensacional con un monólogo que escribí para Pepe Arias y se llamaba El último afiliado. El público se enardeció y el monólogo político volvió a tomar el primer plano en la revista. Después, hubo tantos cambios de Gabinete que los mismos políticos se ocuparon de decir cosas más divertidas que los artistas. Languidece la parte política hasta que viene Onganía, que no quiere sátira. Durante esos años, la revista vuelve a ir a otro terreno.

¿COMO NO ENFERMARSE?
Zulma Faiad va a porcentaje en la revista, no a sueldo. Ella se juega el destino de la revista. Muchos creen que yo me he equivocado al dar porcentaje a los artistas en este género; pero mis artistas, al ir incorporados en el destino de la revista, tienen menos problemas, las cosas les parecen más lindas, nunca están enfermos ni les duele nada, y suelen sobrellevar sus enfermedades con un estoicismo digno de mejor causa.
Nélida Lobato. Nélida Roca, Adolfo Stray, José Marrone, son actores que trabajan a porcentaje. En lo que respecta a sueldos, ningún actor importante de revista baja del millón de pesos.
La revista es una conjunción de factores. comienza en el trato que el boletero le da al que viene a sacar la entrada. Antes, los elencos se hacían en base a varias vedettes, pero la experiencia enseña que esas competiciones no sirven en la revista. En la televisión se falta el respeto a la gente; con tal de salir, hay quienes no les importa que le falten el respeto. Los meten a todos en la misma lata; en el teatro hay que cuidar eso. Como conviven durante mucho tiempo, las guerras se arman todo lo que duran las temporadas. Hoy, hay que hacer una revista con una gran vedette y un actor cómico o varios o un gran actor y cuatro o cinco vedettes pero no de primera línea.
Tengo que recordar, con un gran cariño y un gran respeto, a Nélida Roca. Una mujer actualmente con un gran potencial y una gran belleza. Hace tiempo que no hablamos, pero creo que está en el máximo de sus posibilidades para hacer revista. No hay que pensar que se rinde únicamente cuando uno tiene 20 años. Los artistas son como los vinos; si son buenas, cuanto más años mejor. Nélida Roca es una gran profesional, disciplinada y trabajadora. También Alicia Márquez, Egle Martin. Lo que ocurre es que yo soy muy disciplinado.
Siempre he vivido muy bien, el asunto del dinero no me preocupa mayormente. Viajo y gasto mucho en viajes. Mi mujer y yo vamos dos o tres veces por año a Europa y lo único que vemos son espectáculos. Vamos a museos e hipódromos, pero como algo complementario. Eso nos ha permitido la felicidad de traer El Hombre de la Mancha, Mame, La Novicia Rebelde, Las Mariposas son libres. Con Scuba Duba nos equivocamos, la hicimos dramática y en USA utilizaban el drama para hacer reír. Si yo la hubiera visto, no hubiese ocurrido eso.
Me considero rico por tener salud y por tener plata para haberles dado educación a mis hijos y comodidades a mi mujer. Mi chica tiene 30 años y mi hijo 32. Mi hija es casada y tengo tres nietas que me dicen tío por razones de edad. Mi mujer tiene 35 años. Cuando estaba por casarme, pensé: "Si me caso con una de mi edad, nos vamos a aburrir los dos. Mejor me caso con una más joven y que se aburra ella sola".
Voy a las carreras desde el año treinta. Habitualmente solo. Tengo un palco alquilado, en Palermo, lejos del ruido. Me desagradan los comentarios fuera de lugar de la gente. No juego mucho. Si realmente me gustara jugar iría a la ruleta y no conozco la de Mar del Plata: no sé jugar al poker. Y los casinos de Montecarlo y Estoril los conozco por razones turísticas. A las carreras voy todos los sábados, domingos y fiestas de guardar. Pero, de verdad ahora, tengo grandes amigos dentro del ambiente del turf. No los nombro porque son muchos y no quiero hacer carteles franceses y olvidarme de alguno. Tengo un sobrino, Adolfo Sánchez Cacera, un jockey de mucho brillo, ganador de grandes clásicos. Es un chico que quiero mucho; ahora está pasando una racha no muy buena, pero hay que saber esperar.
Tengo dos o tres caballitos, que corren poco. A mí ese cuento de los caballos lerdos y las mujeres ligeras no me entra, porque tengo solamente caballos lentos y las mujeres que he tenido han sido lentas como yo y muy buena gente. Y que quede bien en claro que sólo he tenido dos mujeres. Claro, mi mamá, mis dos señoras, mi hija y mis nietas, ya son bastante, ¿no? Me siento abuelo de mis nietas y, al mismo tiempo, me encanta que me digan tío. Ya le dije que estoy bien con la gente joven. Entre los viejos siempre se habla de dolores y enfermedades. Nunca se me acerca un joven a decirme que le duele algo.
Yo no frecuento los camarines, porque entiendo que el camarín es una especie de casa para el artista. El autor, el empresario, el director, no deben llegar a esos sitios. Hay muchas cosas que yo me entero cuando ya han terminado de suceder. Es lógico que, donde actúan hombres y mujeres, haya romances y cuestiones. Las hay en las grandes tiendas.
Hice 40 películas. Con Sandrini, la adaptación de La Casa Grande y Cuando los duendes cazan perdices. La primera película la hice con Libertad Lamarque, Yo conocí a esa mujer. Después hice Cada hogar es un mundo, con María Duval y Carlos Cores, que recién empezaba. Yo recibo, en Argentores, derechos de autor, cada vez que dan las películas por televisión y, da la coincidencia que a mí muchas veces me han dicho pornográfico y libertino para hacer los espectáculos, y soy el autor del que más películas pasan en televisión. Es que necesariamente uno debe saberse ubicar: usted no va a ir a un picnic de smoking.
4/1/72 • PRIMERA PLANA

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