Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

HAITI: PAPA HAY UNO SOLO
Luego de tres ataques al corazón —el último fue en noviembre del año pasado—, siete tentativas fallidas de golpe de estado, una diabetes crónica y 13 años en el poder, François Duvalier coronó su carrera: el 2 de enero señaló a su sucesor. El anuncio, quizás el más controvertido de su Gobierno, sumerge a la isla en un volcán de intrigas y enfrentamientos, secretas alianzas y tumultos. Es que ha designado como reemplazante a su propio hijo, Jean Claude, 20, cuyo curriculum sólo alberga experiencia en mujeres y automóviles (seis últimos modelos).
Un mes y medio antes, 'Le nouveau monde' había previsto el desenlace al advertir que "la Administración está bien preparada y sus servicios bien afianzados, por lo que la sucesión no debe asustar a nadie". Pero la noticia, además de sorprender a los apáticos habitantes, erizó la piel del oficialismo: todos los ejemplares del diario fueron recogidos en las calles a petición de la familia Duvalier.
Comenzaba la agitación, sorda, subterránea. Desde entonces, Jean Claude asiste a la facultad de Derecho —donde fue inscripto con prisa— protegido por una caterva de mastodontes. Al mismo tiempo, el secretario de Papá Doc, Ernst Avin, sólo se preocupaba por reformar la Constitución elaborada por su jefe en 1964 y que establecía, como mínimo, la edad de 40 años para ser Presidente.
Jean Claude ya inició la carrera: el 19 de noviembre, al celebrarse en Haití el Día del Ejército, el joven se encargó de repartir las medallas entre los uniformados. Pero esos mismos militares, que le rindieron honores de Jefe de Estado, no compartían la decisión de Papá Doc, quien para evitar los malignos rumores que lo daban por muerto se hizo ver en un balcón. El jefe del Estado Mayor, Gerard Constant, fue destituido a la semana siguiente; lo suple un coronel de 40 años, Claude Raymond, famoso por ser el confidente de la esposa de Duvalier, Simone Ovide.
Estas muestras de respeto, así como las caprichosas promociones de algunos líderes, han provocado escisiones dentro de las Fuerzas Armadas, que no son justamente quienes más respaldan a Papá Doc. A él lo apoyan otras fuerzas, los tontons macoutes, bandas de altivos y robustos morenos especialistas en la aplicación del garrote; estos guardaespaldas, que varias veces le han salvado el pellejo al jefe, mantienen odiosas rencillas entre sí, sólo olvidadas por la lealtad a Duvalier. Nadie sabe, sin embargo, si Jean Claude podrá mantener esa imagen conciliadora; casi todos lo dudan por una tradición: la lealtad no se transfiere.
El clima castrense se vuelve más complicado al acercarse a los cuarteles de Dessalines, cercanos al Palacio Presidencial, donde se alistan 350 hombres y 400 tontons. Desde 1964 constituyen la Infantería de Marina, la fuerza que reemplazó a la totalidad de la Armada, que se refugió en los Estados Unidos luego de apadrinar un motín fracasado. Por otra parte, se tejen sospechas sobre ]a fidelidad del coronel Frank Romain, jefe de la Policía de Puerto Príncipe.

ESCANDALO EN LA FAMILIA
Luego del anticipo, Le nouveau monde debió retractarse; a Madame Duvalier la noticia se le antojó un acto de sabotaje y, al otro día, el diario informó que "el Presidente todavía conduce los destinos de la nación". Quien más angustiada parecía con la decisión era la propia hermana de Jean Claude, Marie-Denise. Su marido, el teniente coronel Max Dominique, se sometió al exilio en 1967, luego que se lo acusara de conspirador; en verdad, participaba en un complot para nombrarse sucesor, pero no pensaba liquidar a Papá Doc. Descubierto el error, el matrimonio ocupó la Embajada en París.
Habitualmente, la ambiciosa hija regresa a Haití; ahora, desde que supo que el trono que ella soñaba para su esposo ha cambiado de dueño, se la ve todas las semanas en el aeropuerto. Entonces, la infidencia que publicó Le nouveau monde, y tanto molestó a Madame Duvalier. quizás haya brotado de la propia familia.
A quien le aventuran tiempos de gloria, compartidos con Jean Claude, es a Lucker Cambronne, jefe de Seguridad del Palacio. Se ha convertido en la mano derecha de Papá Doc, quien le confió —por "servidor fiel y leal"— la supervisión del aparato administrativo y le auguró tareas más importantes "en beneficio de la revolución duvalierista". No siempre gozó de tanto favor: en 1967 cesó en su cargo de Ministro de Obras Públicas; se había enriquecido con la famosa "campaña de renovación", un pilan que amparó Duvalierville, una ciudad creada para orgullo del Presidente y para la avidez del bolsillo de Cambronne.
Aparte del constructor de Duvalierville, hay otros candidatos. Pierre Blanchet, ex Ministro de Informaciones —hermano de Jules, miembro del Consejo Económico del Gobierno—, a quien algunos sectores califican como adscripto a la Tercera Internacional.
Otros hombres de cierta tendencia izquierdista se muestran poderosos: Herve Boyer, ex Ministro de Finanzas, y Joseph Roney, ex Secretario del Parti D'Entente Populaire. Los dos se mantienen tras la figura de Papá Doc con menos convicción que cálculo. Pero si el proceso, siempre y cuando haya caos, no se inclina hacia la izquierda, emergerá la figura de Clovis Desinor, el hombre de Washington. Mientras se ocupaba de la economía haitiana, varios empresarios norteamericanos lo señalaron como el más capaz del equipo de Gobierno: luego de las visitas de Nelson Rockefeller y Charles Meyer —con quienes se fotografió sonriente—, el suspicaz Duvalier decidió troncharle la carrera. Pero si la fragilidad de Papá Doc se quiebra antes de que su hijo se consolide, varios de estos personajes serán protagonistas de la historia haitiana.
Sobre el futuro de la isla, un sino trágico marcado por su actual Presidente, pende un dilema caótico; con esa misma excusa, en 1915, los infantes de los Estados Unidos desembarcaron para quedarse 19 años.
19/1/71 • PRIMERA PLANA

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