Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La justicia secuestra "Último tango en París"
EL PUDOR SEGUN LA LEY
Ante la prohibición preventiva del film de Bernardo Bertolucci, que fuera suceso durante las dos semanas que se exhibió en Buenos Aires, Siete Días realizó una investigación acerca de las causas y consecuencias de la medida judicial

Tras la última función del lunes 15 de octubre, la sala porteña Cinema Uno se vio imposibilitada de proseguir con la exhibición del film Ultimo tango Paris que durante trece días — desde su estreno— había congregado a 3.064 espectadores por jornada. La producción de Bernardo Bertolucci, protagonizada por Marlon Brando y (María Schneider, había suscitado un pocas veces igualado interés de público —que no vacilaba en soportar larguísimas colas o en oblar altísimos precios de reventa— y una favorable acogida en buena parte de la crítica especializada.
Los antecedentes que precedían a la exhibición —y que fueron ampliamente publicitados— indicaban que la película había desencadenado no pocos problemas judiciales en los países donde se la presentó. Empero, los fallos absolutorios, las críticas obtenidas y el respaldo del público volcaron la balanza a favor de film, convertido en suceso en Francia, Italia, Suecia, los Estados Unidos, Japón, Israel, Alemania, Ecuador, Panamá Honduras, Puerto Rico y República Dominicana.
En la Argentina, y al amparo del indudable cambio de actitud que significó, a partir del último 25 de mayo, el advenimiento del cineasta Octavio Getino a la dirección del Ente de Calificación cinematográfica, la distribuidora Artistas Unidos introdujo una sola copia de Ultimo tango, la que, por razones de política empresaria, se exhibiría en una sola sala por vez y por ciudad, comenzando por Buenos Aires. La respuesta de! público local fue contundente: 39 mil 832 espectadores en sólo 13 días, dejaron más de 40 millones de pesos viejos en las boleterías de Cinema Uno. Cifras que demostraron, entre otras cosas, que los argentinos no están sujetos a juicios valorativos previos (ver recuadro).
La noche del lunes 15, sin embargo, acercó una novedad a la pequeña sala de la calle Suipacha al 400: en una de las primeras filas se habían instalado el juez Edmundo M. Sammartino, del Juzgado Nacional Correccional, el fiscal Arnaldo Correa y algunos funcionarios policiales de la Seccional Tercera Junto al administrador del cine. Al concluir la proyección, la película fue secuestrada por violar el artículo 128 del Código Penal, que reprime las exhibiciones obscenas. Se reabría así una vieja polémica sobre los límites de la libertad de expresión, y sobre los organismos o poderes que pueden atribuirse dicha función de custodia, vigilancia o censura. Ultimo tango en París, a la sazón, contaba con autorización del Ente de Calificación Cinematográfica, con su certificado de circulación correspondiente, el que rezaba: "Película apta para mayores de 18 años, sin cortes".

LA DIOSA JUSTICIA
En virtud de la denuncia que presentaron el viernes 5 los fiscales Mario R. Soaje Pinto y Alejandro A. Berutti Lagos (ver recuadro de página 16), por razones de turno le cupo intervenir al fiscal de primera instancia en lo Criminal y Correccional Arnaldo Correa. quien tuvo a su cargo dictaminar si correspondía la iniciación del proceso contra los responsables de la exhibición del film. En su despacho, Correa accedió a dialogar con Siete Días sobre la actuación desplegada. "Fui a ver la película con el doctor Sammartino —explicó—, y recién ahora he terminado el dictamen. Pido que se individualice a los socios solidarios de la firma Cordero S.C.A., propietarios del cine, para que presten declaración indagatoria, lo mismo que a los responsables de la distribuidora. Como se comprende, el hecho de que pida el procesamiento está indicando prima facie que existen motivos para considerar infringida la norma del artículo 128 del Código Penal".
—¿Cómo es el procedimiento correccional, en este caso?
—Bueno, el pedido de procesamiento debe, primero, ser acogido por el juez y, luego, recibirse la prueba pertinente en la audiencia respectiva que podría consistir, por parte del fiscal, en el pedido de una nueva exhibición de la película para refirmar o rectificar opiniones; luego, atenerse a la prueba que pudiera producir la defensa para, finalmente, estar en condiciones de expedirse.
—¿Se considera partidario de la censura?
—No. Como hombre de Derecho y funcionario judicial de una república democrática, soy contrario a toda manifestación de censura previa. Pero el hecho de que se autorice la exhibición de una película no significa que quede coartada la actividad judicial si entiende que esa exhibición podría violar alguna norma legal. Es un problema de cultura, en el sentido de que el público pueda o no asimilar las consecuencias de una mala película; de allí que esté siempre el poder atento de la Justicia que tiene la obligación de proteger el pudor medio de la sociedad, en tanto y en cuanto sea agredido por lo pornográfico.
—Sin embargo, eso no deja de ser una visión subjetiva, pues hay opiniones calificadas que niegan características pornográficas a este film. ¿A usted qué le pareció la película, como espectador?
—No me gustó. Me pareció muy pesada, aunque reconozco que tiene una muy buena fotografía. De todos modos, creo que no es conveniente que se la siga viendo, ni con cortes.
—Pero usted, en su acusación, ¿está contra la película en general o contra determinadas partes?
—Yo no estoy contra tal o cual escena, sino contra la película en general. Pero igual podría haber una condena por una sola escena. Ahí ya podría estar cometido el delito. Repito: es un problema de cultura del pueblo.
—¿Cómo interpreta usted esa cultura del pueblo a la que se refiere?
—En el sentido de que las costumbres cambian, la sociedad va aceptando ciertas pautas, y la jurisprudencia también marcha al ritmo de esos cambios. El desnudo en una película se permite; el desnudo simple, ¿no?, ya que no es lo mismo el desnudo en movimiento.
—¿Y cómo se relaciona esto con Ultimo tango en París?
—Bueno, acá los desnudos no son nada estáticos. A Brando se lo ve vestido. Pero a la chica, no.

EL HOMBRE DEL VEREDICTO
Juez nacional desde hace 9 anos, el doctor Edmundo M. Sammartino no tuvo reparos en quebrar la solemnidad de su investidura para recibir cordialmente a Siete Días, lo que permitió un diálogo ameno sobre el papel que le cabe en el presente proceso. "Es la primera vez que voy a fallar por una infracción al artículo 128", anticipó.
—¿Lo incomoda la eventualidad de llegar a convertirse en censor?
—No, de ninguna manera. Pero de todos modos aún no tengo opinión formada. Debo meditar mucho, consultar autores y jurisprudencia y recién entonces elaborar mi fallo. Usted comprenderá, por supuesto, que no me corresponde, entonces, opinar ahora.
—Pero seguramente podrá decirme si advierte ya una cierta contradicción en el hecho de que el Ente de Calificación Cinematográfica autorizara la exhibición de este film y sin embargo...
—No, no. El Ente de Calificación es un organismo administrativo, mientras nosotros estamos en otro nivel, lo cual hace que no nos obligue una calificación administrativa. En principio, toda persona capaz que presencie algo que puede ser atentatorio contra la moral y las buenas costumbres, está obligada a comunicarlo. Pero aún no hay un juicio valorativo.
—¿Se secuestró la copia por atentar contra el artículo 128, prima facie?
—Efectivamente. Y quiero aclararle que soy enemigo, en principio de la censura en todos sus órdenes. Creo en la defensa de las instituciones por sí mismas, y me opongo a los paternalismos.
—¿No se siente presionado por el público, interesado en decidir
por sí mismo la valoración de una película, o por la prensa especializada, o por algún sector interesado en que esta película no se exhiba?
—No, a mí no se me mueve un pelo por las presiones de ningún sector.
—Es cierto que usted no puede adelantar juicio, pero acaso pueda darme su opinión sobre el film, como espectador.
—Bueno, le diría que no me gustó por ciertos cuadros que, se me ocurre, no pueden ser. Por ejemplo, no quisiera que a esa película la viera mi hija, que tiene 24 años, a pesar de que es una muchacha muy madura. Le digo más: me sentiría incómodo si la tuviera que ver, no digo con mi hija, con mi esposa.
—¿Está usted en conocimiento de que en Bologna, Italia, ocurrió algo similar a este proceso, en el sentido de que se secuestró Ultimo tango en París, y luego se la sobreseyó?
—Algo he oído, pero le repito, aún no tengo opinión formada, y me queda mucho por meditar. Además, hay una jurisprudencia bastante rica. Incluso, un muy buen fallo del doctor Calvo por la película El Silencio, de Bergmen que luego la Cámara de Apelaciones confirmó. De todos modos, no tengo yo la última palabra: están la Cámara y la Corte Suprema, por si algunos derecho llegaran a considerarse vulnerados.

UN TIRO POR ELEVACION
En un reportaje inserto en Siete Días (Nº 328), Octavio Getino preanunció que films como Ultimo tango en París podrían ser
cuestionados judicialmente. Precisamente, su misión a cargo del Ente —anticipó entonces— sería la de ejercer la anticensura, por considerar que en el ordenamiento jurídico argentino hay medios legales para la eficaz defensa de las instituciones, sin necesidad de paternalismos previos.
Acaso una profecía, aquellas afirmaciones de OG se vieron, en los hechos, confirmadas. No obstante —como se conjeturaba la semana pasada en medios cinematográficos porteños—, la actual defensa de la moral y buenas costumbres asumida por la Justicia podría constituir una manera de desautorizarlo, lo que —se suponía— acarrearía su renuncia o remoción del ECC, organismo clave en todo lo que hace a la industria cinematográfica nacional y a la distribución del material extranjero.
Sistemáticamente, desde que se secuestrara el film de Bertolucci,
Getino eludió todo contacto con la prensa. Siete Días, sin embargo pudo tener acceso a una breve charla telefónica con el realizador de La hora de los hornos. "En el Ente no hay información oficial alguna —advirtió—, de modo que para cualquier novedad deben dirigirse al juez. Esto no es pasar por sobre el Ente; la Justicia tiene que cumplir con su función y puede revisar todo lo que quiera". Sin embargo, ante la insistencia del cronista, Getino reconoció algo: "Nos esforzamos por adecuar el organismo a la ley, pero si un juez secuestra una película, ahí nosotros chocamos... Igualmente, no nos corresponde hacer nada. Sólo podemos obrar a instancia de parte: si nos llaman y para contestar lo que se nos pregunte. Nosotros ya dijimos lo que teníamos que decir: Ultimo tango en París está autorizada para ser exhibida, prohibida para menores de 18 años y sin cortes".
Oscar Giardinelli

¿DE ACUERDO O EN CONTRA?
A propósito del secuestro del film, Siete Días consultó a conocidas figuras del ambiente artístico para que juzgaran la medida. La opinión de los entrevistados —la mayoría de ellos, declaradamente peronistas— se transcriben a continuación:

Dalmiro Sáenz: Esto es obra del infantilismo de algún funcionario. A mí me pareció una película extraordinaria, con una gran actuación de Marlon Brando, superior a las de cualquiera en la historia del cine. Incluso a las de Carlitos Chaplin. Me parece lamentable el secuestro porque la libertad cinematográfica era la primera actitud adulta que tenía la Argentina desde que asumió el peronismo. De todas maneras, es el problema de siempre: vivimos en un país donde para hacer el amor hay que andar escondiéndose, mientras que se puede odiar a la luz del día.

Mario Sóffici: Se ha utilizado la vía legal. Es decir, ante una denuncia, la película ha sido retirada de la circulación. No se trata, pues, de censura previa ni se señalan cortes. La justicia toma medidas con posterioridad a su estreno y esta posibilidad siempre ha existido.

Arturo Jauretche: No voy mucho al cine, y mucho menos a ver porquerías. Es la tilinguería que dragonea de intelectualismo la que necesita esas excitaciones fílmicas. También sirve para avalar un confuso lenguaje que ahora saca del vocabulario para llevarlo al celuloide.

Astor Piazzolla: Es un absurdo total. ¿Por qué no secuestran todas esas películas argentinas que no sirven para nada? En cambio, ésta, por lo menos, es una obra de arte. Es como si impidieran ver La Maja Desnuda. De todos modos el secuestro del film es un retroceso.

Chunchuna Villafañe: Estoy en total desacuerdo con el secuestro y, en cambio, conforme con la labor que está realizando el compañero Octavio Getino y la gente que trabaja con él en el Ente Calificador, por la seriedad expuesta en las tareas y el desarrollo de una política coherente con la reconstrucción nacional. El secuestro que pasa por encima de un instituto dedicado a esa misión, representa una actitud individualista y paternalista que no tiene nada que ver con la reconstrucción nacional. También pienso que si hubiera algo que censurar, sería a muchas de esas películas que nos han inundado bajo una apariencia inocua, candorosa, manifestaciones de la colonización cultural que estuvo sufriendo el país. Por eso pienso que, mucho más pernicioso que una escena sexual, es la divulgación de películas que de ninguna manera testimonian un modo de vida argentino.

Nicolás Mancera: Sobre la película no puedo opinar porque no la vi. Pero estoy en contra de cualquier tipo de censura.

Juanita Bullrich: Tengo mucha bronca porque no pude verla. Este secuestro lo único que demuestra es que las cosas no cambiaron tanto y que la censura, de una macera u otra, sigue existiendo.

EL SEÑOR FISCAL: "NO SOY UN CAVERNICOLA"
Fiscal de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional desde el año 1956, el doctor Mario R. Soaje Pinto tuvo ocasión —por primera vez en su carrera judicial— de ser denunciante de un film que encuadraría a sus productores y distribuidores en lo prescripto por el artículo 128 del Código Penal, que reza: "Será reprimido con prisión de quince días a un año, el que publicare, fabricara o reprodujere libros, escritos, imágenes u objetos obscenos y el que los expusiere, distribuyere o hiciere circular".
Abroquelado en una sencilla oficina de la calle Lavalle al 1600, recibió la semana pasada a Siete Días para recapitular la actuación que le cupo en el secuestro de Ultimo tango en París. "Fui a ver la película como ciudadano y no como funcionario, junto con otro fiscal, colega mío, el doctor Alejandro Berutti Lagos —memoró—. Después hicimos la denuncia y pedimos el secuestro del film por considerar que era obsceno. Eso es todo. Ahora el juez será quien dictamine."
—¿Qué juicio le mereció la película?
—No me gustó, porque me pareció obscena y grosera. Ofende a la moral media de la gente. Por eso es que actuamos de oficio, porque la exhibición nos pareció inapropiada. Por otra parte, el vocabulario empleado es sumamente subido.
—¿Para usted la película es obscena sólo en partes, o en su contexto general?
—En general. Mire, ahí hay un coito contra natura, hay masturbaciones, el tango es horrible, hay entreveros de Brando con esa dama, chillidos, groserías, una obscenidad permanente.
—¿Usted es partidario de la censura previa?
—No, de la censura previa como institución no soy partidario. Pero usted comprenderá que, luego, cuando se invaden otras esferas que atentan contra las normas sociales sí creo en la defensa de las instituciones. Yo no soy un cavernícola, pero todo tiene un límite.
—¿Le satisface haber actuado en este caso, o hubiera preferido que interviniera otro fiscal?
—Bueno, a mí me tocó actuar en esto... Quizá hubiera preferido que fuera otro. Pero también creo y sé que es mi deber velar por la moral. Eb general, ocurre que todos los delitos tienen una base de inmoralidad y afectan sentimientos éticos.
—¿No cree, sin embargo, que el público adulto tiene madurez suficiente para valorar por si mismo la calidad de un film, sobre lodo si éste ya tiene la calificación de un organismo como el Ente de Calificación Cinematográfica?
—Sí, yo sé que el público argentino es inteligente, pero hay cierta inmadurez, sobre todo en la gente joven. Y por otra parte, hay cosas que no hay que mostrarlas.
—¿Usted se siente censor?
—No, de ninguna manera. No me siento censor, ni paternalista. Me indignó el lenguaje de la película nada más. Entonces hice la denuncia y pedí al doctor Sanmartino que la viera antes de intervenir. Yo había ido al cine el 3 de octubre por la noche (o sea, el día del estreno) y redacté la denuncia el día... Ahora ya no tengo nada que ver, pues la causa seguirá su curso normalmente.
—¿Usted va mucho al cine?
—No. casi no tengo tiempo.

Revista Siete Días Ilustrados
29.10.1973

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