Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA ARGENTINA
Cinco puntos: La frontera crítica
A partir del lunes 12 de marzo, día en que Alejandro Lanusse ratificó la amplia victoria de la coalición frentista en las elecciones, los argentinos se adaptaron rápidamente al momento político. Eufóricos, los peronistas celebraron la restauración del gobierno caído en septiembre de 1955; con resignación, la mayoría que no votó por el Frejuli aceptó la realidad, dispuesta a confiar en la promesa de Juan Perón sobre la posible y necesaria "reconstrucción nacional".
Entre la euforia y la resignación, empero, no existía una distancia considerable; es que la opinión antiperonista más fanática sólo podía manifestarse a través de una minoría, en tanto que la amenaza revanchista de la contraparte se desvanecía en la silueta moderada del caudillo, quien desde Madrid reiteraba que la Argentina debía unirse en paz. Ya a principios del verano pasado, cuando el líder justicialista regresó a Buenos Aires para aceptar el desafío de Lanusse, se comprobó que los rencores habían desaparecido: los peronistas se consideraban incorporados al cauce democrático, y sus adversarios —ante la evidencia— admitían que la normalización política derivaba de la tolerancia. No sólo eso: muchos peronistas advirtieron que Perón expresaba con sensatez un enfoque para superar la crisis, y llegaron a reconocer que el viejo caudillo seguía siendo el mejor entre sus pares en el duro oficio político. El gobierno creyó que se había superado un mito. En parte, el pronóstico era acertado: con su estrategia clásica y las sólidas respuestas, Perón había quebrado su imagen de jefe caduco; la vida y siete años de gobierno militar lo habían reivindicado ante tos ojos de sus mismos enemigos.
Desde aquel lunes 12, pues, la gente se hizo a la idea de que el peronismo tenía la oportunidad histórica de reconstituir el tejido conjuntivo del país, destruido por los fracasos y enconos; advertía, sin embargo, que el trance se presentaba difícil por las singulares características de la integración frentista y, básicamente, por las rígidas condiciones impuestas por el poder militar como garantía del gobierno de transición. Dentro de la heterogénea estructura del Frejuli asomaron dos bandos aparentemente rivales: el de los moderados, con fuerza en la vieja guardia justicialista, en los dirigentes gremiales y en el sector de los "amigos" extrapartidarios de Perón, donde los desarrollistas, conservadores populares y católicos procuran amalgamarse, y el de la juventud, orientada por Juan Manuel Abal Medina y Rodolfo Galimberti con el apoyo de tos nacionalistas y combatientes del socialismo nacional.
En medio de las conjeturas trascurrieron diez días, hasta que Cámpora lanzó —en el mediodía del jueves 22— un duro y agrio reproche al gobierno. Recordó que el pueblo lo había elegido para "iniciar el proceso de liberación y de reconstrucción nacional", y que el mandato sería ejecutado "desde el principio y hasta las últimas consecuencias". Pero ésas no serían las opiniones más severas del virtual presidente. Aseguró que el resultado de las elecciones demostraba que el pueblo repudió "la política de dependencia, responsable de la ruina del país", y que esa política, "ya agónica, recibió su golpe de gracia" el domingo 11 de marzo. Y agregó: "Si alguien todavía no la advierte, conviene que lo haga de prisa".
El presidente electo se quejó luego de la demora del escrutinio, para afirmar que "muchas maniobras como ésa se interpondrán en el camino del pueblo, antes y después del 25 de mayo". Conjeturó que los enemigos del justicialismo "tratan de confundir e intentan condicionar" el proceso, para prevenir finalmente que el gobierno sólo debe administrar y no debe innovar", porque "todo lo que se pretenda andar en ese camino será desandado". Y en abierto desafío a los lineamientos que informan los cinco puntos del acta firmada por la cúspide del Ejército, Cámpora manifestó: "Que nadie se ilusione con imaginarias cogestiones ni con responsabilidades compartidas. Hasta el 25 de mayo el régimen. Desde entonces el pueblo. La frontera es nítida. El veredicto de las urnas condenó la totalidad de una política. Y afirmó la totalidad de otra política. No hay puntos de coincidencia entre ambas".
En el atardecer de ese jueves, cuando en la Casa de Gobierno se analizaban las palabras de Cámpora, se anunció que el ministro Arturo Mor Roig hablaría al país. La mayoría de los pesquisas dedujo que el titular de Interior, con el consentimiento de Lanusse, replicaría al presidente electo. La hipótesis no era descabellada: hasta los jefes y oficiales profesionalistas, ardientes defensores de la convocatoria electoral y de sus consecuencias, habían acusado el impacto lanzado por Cámpora. Pero Mor Roig eludió el tema, quizá una táctica prudente, porque el silencio muchas veces es más efectivo que un proyectil.

LA ETAPA PELIGROSA. Entre tanto, en la tarde del domingo 25, el presidente electo voló a Roma para entrevistarse con el caudillo. El tramite del viaje, decidido después de varias comunicaciones con la residencia de Puerta de Hierro, fue confuso y prolongado; es que Perón deseaba conocer los detalles del escrutinio, y luego analizar las conclusiones reservadas de sus capitanes de confianza. Dicen que uno de los capitanes que desplegó mayor actividad en la misión encomendada por el líder fue el teniente coronel en retiro Jorge Osinde, experto en relaciones militares. Osinde, alejado de Cámpora, criticó ante Perón "los desbordes" juveniles de Abal Medina y Galimberti; como la realidad demuestra que el caudillo sigue consultándolo, puede inferirse que en la cima justicialista aún no están definidas las tendencias.
Básicamente, antes de la cita con Cámpora, el líder deseaba conocer las reacciones del poder militar emergentes del formidable éxito electoral y de las actitudes del sector juvenil con respecto a los altos mandos. En líneas generales, Perón acertó en el diagnóstico sobre las inclinaciones políticas de las Fuerzas Armadas, según el cual un 20 por ciento de los jefes y oficiales reclama un gesto duro y preventivo en las relaciones con el peronismo, otro 20 por ciento parece dispuesto a colaborar, mientras el 60 por ciento restante espera que se limpie el horizonte para tomar partido y definir la situación.
Pero ese diagnóstico, vigente desde hace varias décadas, encierra numerosas simplificaciones. Un ejemplo: en octubre de 1971 Perón creyó que los oficiales de la Primera Brigada Blindada —con techo aéreo— definirían a su favor el llamado proceso de "profundización revolucionaria"; esos oficiales nacionalistas contaban con el apoyo del 30 por ciento de los efectivos combatientes y con la unidad de blindados más ágil y poderosa. Se recuerda el resultado: los efectivos de la Décima Brigada de Infantería avanzaron sobre Azul y coparon el alzamiento. Puede inferirse que la cuestión de los porcentajes no es decisiva en materia militar; si lo fuere, Perón no hubiese caído en 1955: contaba con el 80 por ciento de las Fuerzas Armadas.
Con todo, un hombre sagaz como Perón advierte que seis millones de votos pesan demasiado en el corazón de los militares, quienes antes de cargar las ametralladoras piensan para qué y hacia dónde deben tirar; tal vez por eso cueste creer que Perón —después de leer los informes de Osinde— autorizara a Cámpora a disparar el tremendo proyectil desde el hotel Crillón, el jueves 22. Es más razonable pensar que Cámpora, apremiado por el bando duro, intentó medir "la temperatura" de las Fuerzas Armadas.
El lunes 26, luego de la reunión de la Junta de Comandantes, la mayoría de los oficiales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea se preguntaba cuál sería el destino de los mandos profesionalistas y, por cierto, qué respuesta ofrecería la cúspide militar al explícito veto de Cámpora al acta de los cinco puntos que firmaron los generales. Esa mayoría vacilaba sobre las intenciones pacificadoras de Perón, pero se inclinaba a creer que los peronistas bien "podían pensar lo que decían"; esto es, que podrían llegar a jugarse por cara o cruz para gobernar sin ninguna tutela o condicionamiento militar.
Ese mismo lunes la "temperatura" en los comandos de las tres fuerzas había trepado a la cima: el asalto del grupo miliciano a la central atómica de Atucha, donde se arrió la bandera nacional para izarse la del ERP, agitó a los oficiales. El tema de la subversión, entonces, volvió a reverdecer la hipótesis castrense de la cirugía, política, etapa prevista antes de las elecciones para aplicarla en el caso de que fracasara la clínica. Perón, hombre que conoce a las Fuerzas Armadas y que valora la instancia abierta por el voto del pueblo, seguramente también se agitó; el caudillo sabe que la ruptura de la tregua perjudica al frentismo.
A todo esto, el mismo día que Cámpora lanzó el desafío se recordó en la Recoleta al ex presidente Eduardo Lonardi. El jueves 22 se cumplían 17 años de su muerte. En el acto que presidió el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Alcídes López Aufranc, se leyó un bando en el que se establece que la ceremonia se repetirá todos los años. La pregunta: ¿y si Cámpora decide recordar al general Juan José Valle y a los muertos del 9 y 16 de junio? Todo el país reclama la unión y el progreso en paz, y el peronismo ya se incorporó al cauce democrático. Si el caudillo desea su reivindicación histórica mediante la pulverización de las antinomias, el éxito está al alcance de sus manos. Hay que superar, pues, los antecedentes del pasado que amenazan levantarse como murallas insalvables.
Jorge Lozano
Revista Panorama
29.03.1973
Los cinco puntos de la dictadura de Lanusse
1 “La Argentina debe alinearse con los Estados Unidos. No son necesarias relaciones carnales, pero sí alineamiento incondicional. Es incomprensible que aún no haya visitado al embajador de los Estados Unidos”.
2“No queremos que haya más revisiones sobre la lucha contra la subversión. Está a punto de salir un fallo de la Corte Suprema de Justicia en ese sentido. Nos parece importante que el fallo salga y que el tema no vuelva a tratarse políticamente. Creemos necesaria una reivindicación del desempeño de las Fuerzas Armadas en el contexto histórico en el que les tocó actuar”.
3“No puede ser que no haya recibido a los empresarios. Están muy preocupados porque no han podido entrevistarse con usted”.
4“Nos preocupa la posición argentina con respecto a Cuba, donde están ocurriendo terribles violaciones a los derechos humanos”.
5“Es muy grave el problema de la inseguridad. Debe generarse un mejor sistema de control del delito y llevarse tranquilidad a las fuerzas del orden con medidas excepcionales de seguridad”.
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-20265-2003-05-18.html

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