Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Técnica
Medio siglo de lucha contra el invierno
La semana pasada, la población argentina se volcó en las casas de comercio que venden artículos para el hogar, impulsada por la ola de frío que afecta a casi toda la República. Aunque esto es habitual en invierno, la afluencia de público sorprendió por su intensidad, y una rápida encuesta entre algunos fabricantes de estufas y calefactores demostró que la demanda está superando, con creces, a la producción.
En algunos casos, PRIMERA PLANA descubrió que han debido suspenderse campañas completas de publicidad. Emegé, por ejemplo, agotó, en pocos días, las existencias que había venido acumulando en los últimos nueve meses. Los directivos de algunas empresas se lamentaron por no haber previsto la crudeza de este invierno y sus inevitables consecuencias comerciales. "De ahora en adelante —dijo uno de ellos sonriendo—, vamos a tener que trabajar de acuerdo con el Servicio Meteorológico."
La repentina y creciente demanda de calefactores es un estímulo que la industria necesitaba. "Esta es una industria menor muy desarrollada —dijo Mauricio Vainer, de Aurora—. Durante un tiempo, sufrimos más que todas las otras el remezón de la crisis en el país. Nos afectó muchísimo la paralización de la construcción, la cual absorbe el 50 por ciento de la producción. Pero ahora estamos recuperándonos."
La población dispone, efectivamente, de recursos casi ilimitados para combatir el frío. Un hombre puede llevar a su casa decenas de artefactos con infinidad de variedades y precios. Una estufa le cuesta entre dos mil y treinta mil pesos, y el comercio se esfuerza, con distintos planes de venta, por llegar a iodos los niveles económicos.
Pero si el desarrollo de la industria de la calefacción puede medirse en términos económicos, para sus directivos y otros sectores también tiene un sentido distinto: es, dicen, un índice de la situación de un pueblo, y puede servir para conocer sus tendencias y aspiraciones. "En estos cuarenta años que llevo trabajando en la empresa —declaró Vainer—, la demanda popular me ha ido señalando una tendencia muy clara entre el público argentino: el deseo de confort. Este es uno de los pocos países latinoamericanos que tienen verdadera avidez de comodidad, de vida civilizada."
Para Gustavo Perrotta, un arquitecto vinculado a los principales centros de la construcción del país, la calefacción es uno de los aspectos que demuestran el grado de adelanto conseguido por un pueblo en materia habitacional. "En la actualidad —opina—, se ha superado el concepto de que el confort ambiental consiste, simplemente, en agregar calor a los ambientes. Después de todo, eso ya lo hicieron los hombres de todas las edades históricas. Los primitivos hacían fuego en sus chozas, o en sus cavernas, aunque se ahumaban como salchichas por no haber descubierto la chimenea. Los romanos, hace más de dos mil años, utilizaban ya nuestro más reciente «descubrimiento», que es la losa radiante. En última instancia, el confort ambiental depende de diversos factores como la humedad relativa, la temperatura, el grado de impurezas del aire y la renovación periódica de éste."
En busca de ese confort, el hombre ha multiplicado sus esfuerzos por hallar un sistema de calefacción ideal, y, durante siglos, experimentó sobre viejos principios. El calor se propaga de tres formas: por conducción, es decir, a través de ciertas materias, como los metales (una barra de hierro calentada en una punta conduce la temperatura hasta su otro extremo); por convexión, o sea, indirectamente a través de las moléculas de aire que, una vez calientes, se elevan por haber perdido peso y dan lugar a corrientes de aire (de esta forma, se caldea un ambiente); por la radiación, transmitiendo el calor mediante rayos, como en el caso del Sol.
En los últimos tiempos, la técnica consiguió una verdadera proliferación de sistemas y formas de calefacción, los más importantes de los cuales se hallan en la Argentina.
• La calefacción por radiadores (que, en justicia, debería llamarse calefacción por convexión) se utiliza, generalmente, en casas de departamentos o grandes edificios. Una gran caldera, de gas o petróleo (antiguamente, de leña) produce el vapor o el agua caliente que circulan por un sistema de cañerías y radiadores. Por diversas razones tiende a desaparecer, especialmente desde que se comenzó a aplicar la losa radiante.
• La losa radiante consiste también en un sistema dé cañerías, por el que circula agua caliente, embutido en la estructura de la construcción, que transmite calor a través de la misma. Puede instalarse en las paredes, aunque, por lo general, se ubica en el techo, y casi nunca en el suelo, sobre todo, si éste es de madera (ésta es mala conductora del calor y, además, se arquea). La losa radiante tiene muchas ventajas: no varía el grado de humedad ambiente pues no reseca el aire; no crea corrientes de aire molestas y, por ende, no arrastra polvo o suciedad; calienta en forma pareja, y evita la desagradable sensación de frío al contacto con las paredes (éstas tienen una temperatura superior a la ambiental); deja más espacio útil, porque elimina caños y artefactos; produce gran economía de combustible, pues el agua que circula por el sistema no pasa de los 50 grados. Esto último es importante porque, por muchas razones, siempre es preferible una fuente productora de calor grande, a poca temperatura, a una fuente menor con gran temperatura.
• El aire acondicionado es, quizá, lo que más se acerca al ideal. Pero sólo en algunos aspectos. Sus ventajas sobre los otros sistemas radican en que, además de calefaccionar, depura el aire, mediante un filtrado o lavado, y evita, así, el polvo, el hollín, la ceniza y los olores. El movimiento del aire distribuye uniformemente el calor y la humedad.
Las propiedades del aire tienen una influencia notable sobre la actividad humana. El exceso de humedad produce sensación de incomodidad, mientras que su falta es nociva para las vías respiratorias. La industria y la ciencia modernas comprueban, a diario, los malestares que causan determinados ambientes: náuseas, cansancio, astenia, mareos, pérdida de concentración. "Para obtener un mejor rendimiento en el trabajo es necesario establecer las mejores condiciones ambientales", dice Perrotta. El aire acondicionado tiene una doble virtud: no sólo calienta sino que refresca, y esto es un verdadero éxito del hombre en su lucha por mejorar el ambiente en que vive. Siempre fue más fácil dar calor que quitarlo. Lo sabían ya los antiguos, que siempre se defendieron del frío, pero que no pudieron evitar el calor.
Cuando se proyectan grandes construcciones, en Buenos Aires, "todos quieren aire acondicionado", explica el ingeniero Jorge Wiegandt, uno de los principales técnicos nacionales en instalaciones termomecánicas. "Pero esto es hasta que se les habla del precio." El aire acondicionado es extremadamente caro por sus instalaciones, que constan de tres partes: acondicionador de aire (con filtros, serpentinas, ventilador y conductos); planta de calor (calderas, etc.); y planta de frío (compresores y otros elementos). Las dos primeras pueden instalarse independientemente de la última, y eso es lo que se hace: ellas representan el 45 por ciento del costo total, mientras que la planta de frío equivale al 55 por ciento del mismo. En total, la instalación cuesta de 3.500 a 4.000 pesos por metro cuadrado. "Por eso —explica Wisgandt, que proyectó la primera gran instalación de este tipo hecha en la Argentina, en el Hogar Obrero—la gente pide que se incluyan las dos primeras partes. Así se aseguran la calefacción. La tercera, dicen, por ahora, no...
• Las estufas o calefactores tienen sus propias ventajas cuando se trata, sobre todo, de calentar ambientes familiares. En primer lugar, existe una tendencia de la familia que vive en casas de departamentos a aislarse de sus vecinos y no tener complicaciones con ellos. La experiencia indica que, salvo casos de alto nivel social o económico, en una casa donde habita una docena de familias no suele ser fácil llegar a un acuerdo cuando se trata de problemas domésticos comunes (portería, servicios centrales, gastos generales). Por eso, el calefón individual y la estufa familiar están relegando los viejos sistemas de servicios centrales comunes. Otorgan autonomía, son más baratos, más manuables, más adecuados a la modalidad de cada núcleo familiar. En los últimos cuarenta años han evolucionado desde el braserito clásico y el artefacto "a gota" que quemaba nafta o kerosén, hasta los modernos calefactores con gas que hoy inundan el mercado. "La garrafa de gas fue la gran revolución", dijeron en Volcán. Pero, al margen del combustible, el público ha descubierto "el infrarrojo", es decir, las estufas que producen rayos infrarrojos gracias a dispositivos especiales. En realidad, los rayos infrarrojos estuvieron siempre ante el público: estaban en las brasas de un buen asado, en la resistencia del calentador eléctrico que servía para calentar el agua del mate. El infrarrojo tiene sus ventajas: los rayos calientan rápidamente la superficie que alcanzan (tienen una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo), y por eso son útiles en ciertos ambientes, como laboratorios, fábricas y grandes locales. Con infrarrojos se calefaccionan iglesias, estadios y estaciones ferroviarias. En la Argentina, hace algo más de cuatro años que dejaron de ser exclusividad del laboratorio y comenzó su aplicación comercial. Hoy, firmas como Atina, Carú, Simplex, Flameo:, San-Sur y otras ofrecen hasta 35 productos diferentes con ellos.
Pero la industria no se conforma aún, y hombres como Manuel Gat, de Emegé, siguen experimentando nuevos modelos. En el invierno de 1965 es posible que la población disponga de una estufa individual, de gas, con algunas de las virtudes del aire acondicionado. En Emegé, hace meses que la están probando.
PRIMERA PLANA
30 de junio de 1964

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