Autobiografía con
borlas y amargura
GUILLAUME APOLLINAIRE:
"El poeta asesinado", ediciones Malinca Pocket,
Buenos Aires, 1963; 156 páginas, 70 pesos.
La magnitud y la
abundancia (más de 800 páginas, en la colección
Pléiade, de Gallimard) de la poesía de Apollinaire
a menudo ensombrecen su prosa, no menos valiosa y
extensa: 12 volúmenes entre relatos, novelas,
crítica, ensayos, crónica periodística,
correspondencia y teatro.
Dentro de tan maciza
producción, 'El poeta asesinado' señala, junto a
El heresiarca y Cía.. (1910) y parte de sus "obras
libres", la cima de una creación que se realizó en
el mismo nivel de renovación y originalidad de sus
versos. Los dos títulos citados son, curiosamente,
los únicos que circulan en español; de su poesía,
salvo la agotada recopilación que Lisandro Galtier
hizo para Proa, en 1929, y versiones
fragmentarias, nada hay al alcance del lector.
El heresiarca, en el
que Borges y otros literatos iberoamericanos han
buscado inspiración, se imprimió en Buenos Aires
en 1946; El poeta, en Madrid, en 1924, según
espesa traducción de Ramón Gómez de la Serna,
quizá la misma utilizada en esta edición
argentina, que no lleva firma. Apollinaire comenzó
a escribir esta nouvelle antes de la Primera
Guerra y la publicó en octubre de 1916, con otros
16 relatos (*), siete meses después de haber sido
herido en la cabeza, por la esquirla de un obús.
Desembozadamente, El
poeta constituye una especial autobiografía, vista
siempre desde un doble ángulo: el de la burla y el
de la amargura. Croniamantal, el protagonista, es
apenas un nombre inventado por el autor para
ocultarse. Pero quien conozca la casi legendaria
vida de Apollinaire (1880-1918) podrá recordarla a
lo largo de la narración. Croniamantal nace un 25
de agosto, Apollinaire un 26; su madre es una
jugadora, la de Apollinaire también; Croniamantal,
un hijo ilegítimo, igual que Apollinaire.
En fin, Croniamantal
se dedica a la poesía, como Apollinaire, y sus
ideas le ganan la incomprensión, el fracaso.
Detrás de cada personaje hay seres de carne y
hueso: Tristáuse Ballerinette es Marie Laurencin;
el pájaro de Benin, Picasso. Croniamantal muere a
manos de la multitud, enceguecida por un ídolo
falso; y este macabro final responde al desaliento
del Apollinaire anterior a 1914, una actitud que
las consecuencias de la guerra habrían de
exacerbarle. Aplaudido por una pequeña élite, sólo
durante la década del 20 se comenzó a medir y
apreciar en Francia su aporte esencial a las
letras del siglo.
El poeta no puede ser
encuadrado dentro de ningún género literario; su
autor lo concibió como un ejercicio de extrema
libertad conceptual y estética, una kermesse de
profecías y convicciones, de desplantes e
insolencias, donde no existen fronteras para el
absurdo, la fantasía, el disparate.
Superficialmente, aparece como un juego gracioso;
más adelante, como una coronación de la ya
marchita corriente simbolista; en el fondo, como
lo que es en definitiva: el fruto de la exaltación
que, para Apollinaire, significaba hacer del arte
una forma de vida, una "larga querella entre la
tradición y la invención".
Apollinaire no murió
erizado de puñales y golpeado a bastonazos, como
su doble Croniamantal: lo arrasó la gripe española
el 9 de noviembre de 1918, tres días antes del
Armisticio de Compiégne. Pero la obsesión de la
derrota no había dejado de perseguirlo: en marzo
del 18 dio a conocer su último poema, "La hermosa
pelirroja", suerte de estamento, que cerró con
estas líneas: "Ríanse, ríanse de mí / Hombres de
todas partes y de aquí / Porque hay tantas cosas
que no me atrevería a decirles / Tantas cosas que
no me dejarían decir /
Tengan piedad de mí."
*Estos 15 trabajos no
figuran en la presente edición, aunque entre ellos
se encuentran expresivas muestras del talento de
Apollinaire: "El Rey-Luna", "La novia póstuma", y
"Caso del brigadier enmascarado", secuela de El
poeta asesinado.
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Poesía
El niño mimado del
deshielo soviético
EUGENIO EVTUCHENKO:
"No he nacido tarde"; editorial Horizonte, Madrid,
196S; 252 páginas, 413 pesos.
En su ególatra
Autobiografía precoz sostiene Evtuchenko (nacido
en Zima, Siberia, el 18 de julio de 1933) que "la
obra de un verdadero poeta es la imagen viva,
parlante, andante de su tiempo" y además "su
autorretrato permanente y total". Si la definición
parece superflua, sirve, sin embargo, para
explicar su propia poesía, un arte que lo ha hecho
menos famoso en el mundo entero que sus devaneos
de niño mimado.
Hasta el momento,
Evtuchenko publicó ocho libros de versos: el
primero, Los exploradores del porvenir, en 1952;
el último, La ternura, en 1962. La mitad de 1963
fue, para él, de retiro político-espiritual; a las
autoridades soviéticas no les gustó su actuación
en Francia y en Alemania, y decidieron volverlo al
buen camino mediante un largo viaje por el
interior de la URSS y el olvido transitorio de su
nombre. Meses atrás regresó a la actualidad, ya
expiadas sus culpas, con un puñado de
disciplinadas composiciones.
No he nacido tarde
practica una selección en los ocho volúmenes de
Evtuchenko; se trata de la primera edición masiva
de sus poemas, y sorprende que haya sido impresa
en la España de Franco. Sin acceso a la obra
original, resulta difícil enjuiciar la propiedad
de esta antología, aunque en ella no figura
"Estación Zima", el texto más ajustado y
característico del autor. Por otra parte, la falta
de indicaciones cronológicas y de las fuentes
utilizadas dificulta el tránsito del lector, le
impide observar con precisión los saltos temáticos
y las evoluciones estilísticas.
No obstante, los 64
trabajos incluidos facilitan un conocimiento nada
desdeñable de Evtuchenko. Su poesía, como la de
todo hombre comprometido en algo más que poesía,
se divide en dos zonas radicales: la de la mera
propaganda y la de la reflexión interior. Sin
duda, para Evtuchenko, ambas zonas son compatibles
y deben, finalmente, fundirse en una sola. La
épica y la lírica necesitan constituir un solo
instrumento poético, válido para glorificar el
amor o las cosechas de trigo. No es el primero que
trabaja sobre estos presupuestos: su antecesor y
venerado Vladimiro Maiacovsky era un político de
abrasadora comunicatividad; Evtuchenko, un
cronista dotado de frescura. Tal vez por eso,
entre los mejores poemas de No he nacido hay uno
dedicado a la madre del poeta de la revolución,
que es un tributo al propio Maiacovsky, el pago de
una deuda de admiración. Ocurre que el artífice de
150.000.000 había logrado hacer de su lirismo una
épica, de su épica un arma lírica.
Las épocas difieren,
casi medio siglo separa a los dos escritores:
Maiacovsky es un hijo del agitado 1917;
Evtuchenko, del reflexivo deshielo. Maiacovsky
tuvo que construir desde la nada; Evtuchenko
hereda ese bien. Sus poemas políticos son
arrogantes, gritones, panfletarios. Su juventud lo
obliga a la rebelión personal, su puesto en las
letras soviéticas suele remorderle la conciencia.
A veces, como en "La pagadora" o "La abuela",
consigue salirse de las fórmulas y trazar
composiciones auténticas.
Pero el mejor
Evtuchenko está en sus revelaciones sentimentales,
en la pura entrega de su experiencia personal, a
veces teñidas de vago intelectualismo, casi
siempre encadenadas a la brillante tradición de la
poesía rusa. La infancia, la naturaleza, el amor
encuentran en Evtuchenko un testigo candoroso,
hechizado, opuesto al endeble gigante de otros
versos. Entonces se expresa en líneas certeras,
despojadas de grandes metáforas, en un lenguaje
coloquial y profundo, el único que perdurará.
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Novelas
El Pentágono lucha con
la Casa Blanca
FLETCHER KNEBEL y
CHARLES BAILEY: "Siete días de mayo", ediciones
Destino, Madrid, 1963; 29¿ páginas, 375 pesos.
'Siete días' fue
puesto en circulación en USA a principios de
octubre de 1962, casi al mismo tiempo que
Fail-Safe, otra historia de ficción con
entretelones del gobierno (ver número 47, página
36); las dos se mantuvieron durante meses al tope
de los libros de mayor venta. El 22 de noviembre
de 1963, luego del atentado de Dallas, hubo
quienes llegaron a pensar si 'Siete días' no
acababa de transformarse en una estremecedora
novela de anticipación.
He aquí su línea
argumental: en 1970, Jordán Lyman, presidente de
USA, firma un pacto de desarme con la Unión
Soviética y provoca una conspiración militar
encabezada por el Jefe de Estado Mayor
Inter-armas, general James Scott. A través de una
congestionada semana de intrigas, el presidente
vence al Pentágono y continúa en su sitial. Un
tema así no podía sino despertar curiosidad; años
antes y en una vía más documental, Tormenta sobre
Washington (Advise and Consent), del comentarista
Allen Drury, había desatado el apetito por estos
relatos políticos.
El triunfo comercial
de 'Siete días' tuvo su rápido eco en el cine: la
Paramount se apresta a estrenar una versión
fílmica, que dirigió John Frankenheimer y a la que
destinó un abultado presupuesto. En el plano
literario, la repercusión es menos ostensible.
Knebel-Bailey no fueron más allá de la rutina
periodística acostumbrada en este tipo de
trabajos. En suma, un cúmulo de acontecimientos
enhebrados con cuidado, para no desviar la
atención ni entorpecer el hilo de la obra.
Lo que nadie negaría a
'Siete días' es la facilidad de su lectura y la
mezcla de sorpresa y suspenso que el tema obtiene
sin forzar demasiado su mecanismo. Además, propone
un retrato minucioso de los altos ambientes que
frecuentan sus personajes que, si son ciertos
—algunos expertos norteamericanos los
contradicen—, agregan a la historia un incentivo
lateral. Precisamente, de agregar incentivos se
trata, de buscar en cada pequeño episodio la
manera de Sugestionar sin sugerir, de atraer sin
hechizar.
Parece exagerado pedir
a Knebel-Bailey y a su imaginación proezas de más
importancia; quien se dedica a escribir un
best-seller sabe, de antemano, que los
refinamientos y la inteligencia merecen pasarse
por alto. No es momento de calar hondo, de rematar
una crítica social o de costumbres. Los autores
suplieron los huecos mediante el puntillismo
tradicional en este híbrido género, una maraña de
pelos y señales que tiende a volver creíble las
anécdotas. Si no producen la obra perfecta,
entregan un pasatiempo excitante.
Revista Primera Plana
14.01.1964
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